La guerra que no se declara

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Desde el año 2007 se inició una cruenta celada militar en contra de diversos grupos del crimen organizado.

Ciertamente la acción obedeció a una situación desesperada en la que había recrudecido la violencia al tiempo que se perdía el control de poblaciones enteras que dejaban el estado de derecho para formar parte de la propiedad de grupos delincuenciales que, otrora, formaban parte de grandes cárteles del tráfico de narcóticos.

Los grupos del crimen organizado, al utilizar a la extorsión y al terrorismo como “nuevos negocios”, declararon la guerra a las instituciones del estado mexicano, pues al incidir directamente con el desarrollo de la vida social del país, tornaron en intolerable las condiciones de inseguridad y obligaron al gobierno a tomar medidas armadas en contra de ellos. Sí, son ellos, “los malos”, “los delincuentes”, quienes provocaron el encono de la sociedad y sus cómplices eternos: la indolencia y la ineptitud de quienes dirigieron las instituciones del gobierno durante los últimos doce años.

Hoy, a siete meses de haber iniciado la administración del Presidente Enrique Peña Nieto, las voces inconformes no han cesado en su reclamo por terminar con la inseguridad y la violencia que prevalecen en gran parte del territorio nacional. Ciertamente el ofrecimiento político fue el cambio de estrategia para combatir al crimen organizado, sin que por ello hubiere habido algún compromiso irresponsable por señalar tiempos para pacificar a la nación, como aquel ilustre ofrecimiento de terminar el conflicto armado en Chiapas en 15 minutos. Sería absurdo, necio e ilógico suponer que los problemas de inseguridad se terminarían, como por arte de magia, con el cambio de administración.

Sin embargo, no podemos dejar de observar que sí existe un cambio con respecto a las políticas de difusión en torno a la atención al problema de violencia, en los medios electrónicos –principalmente la televisión– se ha dejado de informar sobre los aconteceres violentos del país, con lo que se ha bajado la percepción de inseguridad entre la población, sin que por ello la violencia hubiere disminuido. Hoy por hoy, la vox populi sigue hablando de “desaparecidos”, de comercios incendiados, de “golpeadores” que llegan a cobrar “derecho de piso” a los comercios establecidos, entre un sinfín de etcéteras. Habremos de esperar a que existan avances sustanciales y comencemos a percibir, ahora sí, el cese de la violencia y el terror que –todavía– mantienen como rehenes a millones de mexicanos.

@AndrésAguileraM