En 1995 inicié formalmente mi vida dentro de las actividades políticas. Ya fuere en el ámbito universitario o en el político partidario, tuve la valiosa oportunidad de conocer a muchos hombres y mujeres que compartían conmigo anhelos y añoranzas pero, sobre todo, la voluntad de aportar algo –quizá sólo un grano de arena– para mejorar este espacio del orbe
llamado México.
Durante este arduo devenir los descalabros, sin sabores, desilusiones y desengaños han estado presentes, sin embargo la satisfacción por servir –con convicción y compromiso con nuestros ideales– ha sido el motor principal que nos mantiene en esta vereda, sinuosa y escabrosa, de la política mexicana.
Todos los de esta generación, quizá con ideas e ideologías distintas pero con un objetivo común –servir a México–, hemos avanzado en las esferas del poder y, en algunos casos, se ha tenido –o se tiene– la oportunidad de cambiar y mejorar la situación de nuestros conciudadanos. Estoy convencido que así lo hemos hecho y habremos de mantener la ruta en ello y conducir las riendas del gobierno para llevar al país hacia el progreso y el bienestar de todos y de quienes vienen detrás de nosotros.
Ya no es momento de culpar, señalar y criticar a quienes nos antecedieron y nos negaron oportunidades políticas, pues sus tiempos han pasado y la estafeta ya fue cedida. Dejemos atrás el muro de las lamentaciones para abrir paso a la era de la propuesta y la acción. Hoy más que nunca debemos demostrar por qué nos merecemos estar ocupando las oficinas gubernamentales, pues siempre estuvimos convencidos que nosotros habríamos de hacer un cambio.
Debemos tener presente que las actuales administraciones ejecutivas, legislativas y judiciales –tanto en la federación como en las entidades que forman la República– están encabezadas por personajes de nuestra generación, misma que fue criticada y llamada como indiferente, irresponsable e incapaz, principalmente por quienes hoy les hemos arrebatado el poder y a quienes tenemos la obligación de demostrarles, fehacientemente, que esta equivocados.
Somos producto de nuestras circunstancias y momentos; de una infinidad de situaciones y vivencias que nos han hecho y nos han forjado como personas y, consecuentemente, como servidores públicos. En muchos casos encarnamos la materialización de los anhelos de reivindicación de la sociedad mexicana que, durante años han sido descorazonados por quienes fingieron ser sus representantes populares. Somos la materialización de ese grito que exige justicia y que –por silencioso– ensordece y apabulla nuestra realidad.
Aprovechemos la oportunidad que hoy tenemos para hacer de nuestro México ese lugar de paz y progreso que nos propusimos, en aquellos tiempos en que los ideales y los anhelos nos impulsaban, efectivamente, “a mover a México".
@AndresAguileraM