La lucha por el reconocimiento a la igualdad entre hombres y mujeres ha dado frutos y permitido desarrollar políticas públicas tendientes a garantizar su permanencia. Todo ello ha dado lugar a que observemos acciones concretas del gobierno, con políticas públicas y acciones afirmativas, que habrán de ser un legado virtuoso para las generaciones por venir y para quienes estamos convencidos de la necesidad de desterrar prejuicios y abrir paso a la igualdad.
Efectivamente, vivimos una sociedad más abierta y menos prejuiciosa. Contamos con leyes que promueven la inclusión y que sancionan la discriminación. Hoy el gobierno está obligado a castigar a quienes abusan y demeritan la condición humana, cuando antes se reconocían derechos de unos sobre otros. Sin duda los tiempos han cambiado y la condición humana prevalece sobre la existencia de pseudo derechos de dominación.
Al menos en la teoría, promovemos una relación virtuosa y equilibrada entre todos los que formamos parte de la sociedad, sin que para ello se observen distinciones irracionales basadas en preferencias sexuales, aspectos religiosos o condiciones de raza. Las únicas diferencias que pueden imperar, son aquellas que surgen de la propia naturaleza y no de aquellas que son creadas desde los más oscuros dogmas y tabúes.
Ante este panorama, las condiciones de segregación contra las mujeres parecieran haber terminado. Sin embargo, diariamente la realidad nos abofetea el rostro y nos recuerda que aún falta mucho por hacer.
Aún y cuando la sociedad se muestra tan abierta, tan esmerada por dignificar los derechos humanos, tan indignada por las atrocidades producidas desde los gobiernos, el tema de la igualdad de oportunidades en razón de las capacidades sigue estando pendiente de las agendas de los Estados y de las sociedades. Baste observar las grotescas afirmaciones del Director de Orquesta Ruso Yuri Temirkanov quien afirmó tajante que “una mujer no podía dirigir”, pues para ello se requería de la “fuerza” de un hombre y no de la “debilidad” de una mujer, para saber que aún nos falta un largo trecho en la carrera por lograr incrustar en el inconsciente colectivo la igualdad de derechos y obligaciones entre los seres humanos.
Dignifiquemos a la mujer y –como dijeran los filósofos urbanos– no celebremos un día, sino que luchemos a su lado los 364 días restantes. Celebremos que estamos a poco de ganar la carrera a los prejuicios y que arribaremos a la meta de la igualdad.
@AndresAguileraM