El pasado viernes, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, reconoció la baja del crecimiento económico pronosticada meses antes por el Banco de México y por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística, y disminuyó el pronóstico de crecimiento del 3.9% al 2.7% del PIB.
En un artículo muy sencillo de comprender –incluso para un lego en economía como el que suscribe– el Doctor Luis Videgaray Caso, Secretario de Hacienda y Crédito Público, explica que el descenso en la expectativa de crecimiento económico se debe a “tres factores principalmente: Estados Unidos tuvo un crecimiento prácticamente nulo (0.1% a tasa anual en el primer trimestre cuando el estimado era 1.2%) por las condiciones climatológicas inusualmente extremas que experimentó el pasado invierno. Este hecho disminuyó las exportaciones mexicanas a ese país que concentra el 80% del total de la demanda externa. Por su parte, la demanda interna se vio afectada de manera transitoria por la entrada en vigor de algunos impuestos al consumo como los impuestos al carbono (afectando gasolinas y diesel), a las bebidas azucaradas y a los alimentos no básicos con alta densidad calórica. Finalmente, la producción petrolera disminuyó de manera no anticipada 1.3% respecto de la cifra observada el año anterior”.
En el mismo artículo, afirma que estas condiciones son transitorias y que el pronóstico económico no se modificará por lo que resta del año.
Así las cosas, estamos conscientes que existen condiciones en el espectro económico mundial que permiten o no el crecimiento de las naciones, mismos que se vuelven un sinfín de etcéteras y justificaciones de lo que no se está haciendo o se dejó de hacer.
La gente exige acciones concretas del gobierno para que su salario mantenga el mismo poder adquisitivo y no se deprecie a capricho de los factores ajenos; demanda trabajos bien remunerados y no paliativos temporales que emerjan de la buena voluntad del empresariado; pero sobre todo: ordena acciones contundentes del gobierno que brinden seguridad económica y no explicaciones sobre una economía voraz y deshumanizada.
Por ello, quien ocupe la titularidad de la Secretaría de Hacienda debe ser un funcionario público sensible a la exigencia popular y consciente de la necesidad de realizar acciones gubernamentales eficaces que promuevan el crecimiento permanente de la economía y no un burócrata que, envuelto en la soberbia de la silla y escudado en la frialdad de los números, de explicaciones rimbombantes que dejan insatisfechos a millones de mexicanos que diariamente se acercan al umbral de la pobreza.
@AndresAguileraM