Después de 204 años del inicio de la gesta de independencia, hoy nuevamente atestiguamos una ceremonia más que nos recuerda nuestra edad como nación. Cierto, hace poco más de dos siglos, un grupo de criollos revoltosos, pretendían desconocer a la corona española –dominada en ese momento por los franceses– y declarar como soberano absoluto a Fernando VII. Lo que inició como una revuelta para legitimar a un monarca español, desembocó en el despertar de un pueblo que exigió el reconocimiento como un Estado nuevo e independiente de cualquier otro. Sí, una nación nueva emergida del sincretismo entre dos culturas: españoles y los pueblos originarios. Con pasado, presente y futuro comunes, un pueblo se reconoce como nuevo e independiente, establecen su territorio y su forma de gobierno.
En su devenir como nación independiente, México ha sido trofeo pretendido y reclamado por muchos estados del orbe. El primero, indudablemente, fue el imperio español, y el segundo los Estados Unidos de América. Este último fue el primero en realizar una campaña militar invasiva, exitosa en territorio Mexicano, lo que generó uno de los más grandes agravios al pueblo mexicano: haber visto izada la bandera de las barras y las estrellas en el asta principal de Palacio Nacional. Este trágico hecho ocurrió el 15 de septiembre de 1847, en donde se consumó uno de las peores afrentas políticas hechas en contra del pueblo mexicano y hecho que muchos historiadores y sociólogos consideran como el origen del espíritu “anti yanqui” que fluctúa en el inconsciente colectivo mexicano.
Hoy por hoy, el mal entendido “amor a la patria” traducido en patrioterismo, se dibuja en expresiones xenófobas en contra de españoles y estadounidenses, a quienes culpamos de todos los males que aquejan a nuestra nación, cuando hemos sido nosotros mismos quienes hemos construido el país que tenemos y que, por desgracia, es todo menos independiente, pues dependemos de otras naciones y bloques comerciales para poder tener, medianamente, una economía equilibrada; requerimos de la aprobación de organismos internacionales para poder combatir una pobreza, lastimosa y creciente; al tiempo que importamos usos y costumbres que contaminan nuestro desarrollo y descomponen las sociedades.
Por eso es que en estas fechas tan especiales para nuestro país, debemos estar conscientes que, más allá de celebraciones y patrioterismo, hoy debemos actuar y aportar lo que está en nuestro ser para lograr consumar verdaderamente la independencia mexicana.
@AndresAguileraM