Ciclones desnudan la realidad nacional (primera de dos partes)

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Las fiestas patrias se marcaron por la incidencia de desastres naturales. Este septiembre de 2014, el ciclón “Odilia” afectó todos los municipios que forman el Eetado de Baja California Sur. Su paso por territorio nacional generó graves daños a la infraestructura urbana y a los servicios básicos de la población. Durante poco más de 48 horas, la parte sur de la península estuvo incomunicada, sin contar con energía eléctrica y carentes de agua potable.

Tanto las tragedias lastimosamente vividas en septiembre de 2013, como las de este año, pusieron a prueba tanto los sistemas gubernamentales de atención de emergencias, como la condición de solidaridad de la sociedad. En ambos casos, las experiencias no pueden presumirse de exitosas.

En el año 2013, los sistemas de alertamiento informaron, con 48 horas de antelación, la probabilidad de afectaciones con motivo de estos fenómenos naturales. Claro, la voluntad de la naturaleza es tan impredecible como el futuro mismo y, desgraciadamente, el peor escenario fue el ocurrido: dos fenómenos ciclónicos golpearon —casi al mismo tiempo— el territorio nacional. En este año no fue distinto, el Sistema Meteorológico Nacional alertó sobre las altas probabilidades de incidencia del ciclón “Odilia” en territorio del Estado de Baja California Sur. Pese a ello, turistas seguían arribando la misma mañana en que habría de azotar el fenómeno natural. Los hoteleros, lejos de alertar sobre el suceso y brindar informes sobre la ubicación de refugios temporales, minimizaron el riesgo y, en su mayoría, los mantuvieron en sus habitaciones. Cual fue su sorpresa de vivir las inclemencias del tiempo, al grado de arriesgar sus propias vidas y las de sus familias, ante el silencio cómplice de las autoridades que permitieron, toleraron y solaparon este tipo de actitudes.

La población fue víctima del desacierto e indolencia gubernamentales, pues los sistemas preventivos brillaron por su ausencia, pero también lo fue de su propia condición. La mezquindad, el resentimiento y la rapiña entraron a los municipios sudcalifornianos, a la misma velocidad que los vientos del tifón. Los robos a los establecimientos mercantiles estuvieron a flor de piel. Las tiendas de conveniencia eran asaltadas para robar alcohol y enseres superfluos, en vez de alimentos y agua. Las tiendas fueron saqueadas sin que medrara ningún tipo de resentimiento, al tiempo que los robos a casa habitación proliferaron, ante una población impávida que tuvo que armarse para salvaguardar su vida, bienes y patrimonio…

@AndresAguileraM