O la muñequita del pastel, el niño de la rosca, el muchacho chicho de la película gacha…
No es nuevo, usted lo sabe, lo ha escuchado. A imagen y semejanza de lo que la máxima popular aplica “hasta lo que no come le hace daño”.
Y así se ha desempeñado desde el momento en que se supo dueño del poder, cuando el odiado Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación lo declaró presidente electo –con minúsculas—y le entregó la constancia de mayoría, el 8 de agosto de 2018.
Él, el ombligo de todo, omnipresente, sabelotodo, convertido en machachón que, contra su mentirosa pobreza franciscana, sin rubor viste trajes caros, convertido en El Rey del Cashmere producto del Cash que vastamente le conoce mi colega y amiga Elena Chávez González y le recetó en El Rey del Cash.
Chéquelo en las mañaneras. Los cuellos de las camisas, cortadas a su gusto, ya no se tuercen y menos riñen con las corbatas de seda. Y el abrigazo; dejó en el olvido el del doctor Chapatín creado por Chespirito.
Bueno, bueno. Hasta el maquillaje.
Chéquelo, ríndase unos minutos a la tortura del monólogo atizado por sesudas preguntas de sedicentes reporteros que integran a la bancada mercenaria, ésa que dice no estar maiceada por el escritor, cineasta, DJ y hasta vocero presidencial Chucho Ramírez, pero cuya vida ha cambiado sustancialmente.
El amor y el dinero no se esconden.
¡Claro!, hay sus excepciones, verdaderos colegas que se atreven a replicarle, aunque siempre da vuelta a las respuestas y suele aterrizarlas en pasajes de historia patria e insultos al sentido común y, ¡claro!, contra sus clientes de lo que llama, con evidente rencor, prensa alquilada y comprada por neoliberales y conservadores.
Sí, usted lo sabe muy bien. El licenciado presidente ya le tomó gusto al ejercicio del poder absoluto, a esta libre toma de decisiones para cambiar el status quo del país, al margen de la decisión legislativa.
¡Ah!, ya no fuma. Bueno, pues decreta prohibir espacios a fumadores. ¿Y dónde quedó su frase “prohibido prohibir”?
Andrés Manuel López Obrador se asume por obra y gracia de su malsana voluntad, finalmente investido de Su Alteza Serenísima, en el personaje central de todo lo que usted se imagine. Pero…
Es el Duce que se dice y siente amenazado, es la víctima. ¡Válgame!
Y como la chica de la casa embrujada ve fantasmas hasta en la cocina y muertos y desaparecidos atormentan los que debieran ser sus dulces sueños, sobre todo por el amor que –dice-- el pueblo bueno le profesa y el coctel de fármacos que se despacha para no dejar de ser el corredor keniano como le llamó la honesta y prístina sedicente reportera de blonda cabellera blues por aquello de las profundas raíces negras.
Santo Niño Fidencio cuyas pesadillas lo despiertan empapado en el sudor provocado por la conciencia impura.
¡Vade retro neoliberales y conservadores!, murmura y con su “detente” bordado en satín rojo, enhiesto se protege de cualquier mal de ojo. ¡Vade retro, Felipe!
Andrés Manuel I que ve enemigos en todas partes, en cada reacción contra sus decisiones personalísimas y sus obras y los resbalones de sus colaboradores como la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, a quien el Metro se le significa severo tropezón en su Nirvana de convertirse en la primera presidenta de México.
¿”Incidentes” en el Metro de la capital mexicana? ¡Sabotaje!, acusa Su Alteza Serenísima; actos para desestabilizar a su gobierno. Sí, al federal, no al local a cargo de la consentida del profesor.
Sí, porque, como le refería, él es el punto nodal de lo que acontece en México para bien o para mal, aunque siempre pregunta como lo hacía el hoy extinto Manuel Camacho Solís, cuando se metió a la disputa por la candidatura presidencial: ¿de parte de quién?
Y mientras investigan sus servicios de inteligencia autorías de actos y campañas que le atañen, lanza la piedra a la multitud para ver quién se queja por la descalabrada, aunque suelen ser parte de su glosario de mentiras, como acusar a Joaquín López-Dóriga de la autoría de un tuit en el que se daba por muerto al fiscal Alejandro Gertz Manero.
¿Ofrecerá disculpas públicas a Joaquín y a quienes ha acusado falsamente y denigrado? ¿Lo incorporarán en el Quién es quién en las mentiras de la semana, a cargo de la licenciada y poetisa Ana Elizabeth García Vilchis?
Y en su otra faceta de bravucón de barriada, el adolescente que en la escuela zarandea a sus compañeros que no le responden porque le temen, como le temen los integrantes de su gabinetazo.
Pero, vaya, vaya.
También tiene a su coro de aduladores mejor conocidos como lambiscones, por no citarlos con aquel feo adjetivo que les aplican en mi pueblo a los lamebotas. Por ejemplo, en la mañanera del inicio de semana, como se trataría el tema del trenecito maya, estuvo invitada Layda Sandores San Román, quien cobra como gobernadora de Campeche.
Y si querer queriendo, como le ganó la demostración de amor que le profesa al licenciado presidente le llamó con un referente que muchos, pero muchos mexicanos quisieran decirle de frente a Andrés Manuel I. Lea usted.
“Gracias, Andrés Manuel López Obrador, hombre noble, hijo del maíz, hijo del sureste. Gracias porque estás dando la más grandiosa obra histórica a mi patria chica”.
¡Demonios, Blue Demon!
Animosa, la conductora del Martes del Jaguar, madreadora de los enemigos y contrincantes y opositores de Su Alteza Serenísima, se despachó otra de esas expresiones de corte lambiscón, ¿o qué otro adjetivo me recomienda usted?
“Presidente, ánimo, como suele decir Andrés Manuel. Presidente, literal, los mayas dirían: el más mejor presidente de México”.
Engolosinada, mientras Su Alteza Serenísima la escuchaba extasiado, Layda ponderó los beneficios que el trenecito maya acarreará a Campeche y hasta a María Luisa Albores, secretaria de Medio Ambiente le tocó el ensalzamiento mañanero cuando la hija del Negro Sansores la calificó “una supermujer”. ¡Sopas, perico!
¡Ah!, pero el licenciado López Obrador no se quedó atrás y, total, estaba en familia en la mañanera y sostuvo: “(…) el director de Pemex, que ha resultado un servidor público excepcional, extraordinario, Octavio Romero Oropeza (…)”.
No, pos sí. Puro chingueta en el gabinetazo, aunque el mero mero es el licenciado Andrés Manuel. ¿A poco no?
Y más cuando debe reconocérsele que, total, para eso es el dueño del poder, puede llamar como le venga en gana, a quien considere enemigo, opositor, contrincante, allende los muros de Palacio Nacional.
Por eso, negado a admitir que merced a su dicho de que el secretario Gertz Manero requirió de una reparación, el pasado fin de semana se desató la versión de que el doctor había fallecido. Y atacó:
“Bueno, ha habido mucha especulación y una actitud muy —no quiero usar la palabra, quiero suavizarla, yo diría… la voy a usar—, miserable en torno a este asunto”.
Y bordó en el escenario que es suyo, el que da por sentado ser la víctima. Andrés Manuel I acusó:
“(…) Toda esta corriente de mala fe, de malas entrañas, ¿no?, y también a lo mejor de bots, son de esas campañas negras que existen, que tienen que ver muchísimo, no tengo duda, con los conservadores.
“¿Quieres saber quiénes son capaces de eso?
“Los conservadores, de eso y más. Un humanista no hace eso”, puntualiza Su Alteza Serenísima, él como centro de todo, dueño de la verdad, la quinceañera de los quince en la vecindad, el niño de la rosca.
Luego, en el corolario de su gustada sección “cómo madrear a la inteligencia”, sabedor de que la pasante Yasmín Esquivel Mossa lo dejó en ridículo, insultó al doctor Enrique Graue, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, porque en su mensaje del viernes de la semana pasada no dijo lo que esperaba, es decir, que asumiera el papel de Torquemada en el caso de la ministra.
“¡Ah!, lo del rector –respondió sorprendido cuando le pidieron opinar acerca del mensaje del doctor Graue--. Pues está bien que informe, nada más que no hay nada concreto, todo fue, como dirían los filósofos, ‘puro choro mareador’, porque no hay nada concreto.
“(…) Entonces, ahí lo que debió hacer, esa es mi opinión, aunque hay que respetar también la autonomía, era ver a fondo, vamos a ver cómo está la situación, porque también quedó todo el limbo. ¿Hubo plagio o no hubo plagio? Y si hubo plagio, ¿quién fue que plagió?
“(…) Entonces, vieron la posibilidad de lanzarse en contra de la ministra, porque la ministra ha estado apoyando las reformas que tienen que ver con la transformación del país. Y no es nada más golpear a la ministra, es golpear a quien ya saben quién (es decir, a él)”.
¿Y?
Para variar, acusa:
“Todo es así, todo lo piensan de esa manera porque están muy molestos, porque era como la casta divina o la casta dorada, la oligarquía con sus achichincles, sus voceros, sus intelectuales alcahuetes, y están muy molestos con nosotros”. Se asume en plural. Lo dicho: es el centro de todo. Hasta la muñequita del pastel. Digo.
MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
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