Prostitución política: perversidad completa

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Después de mes y medio de campañas políticas; filtraciones de audios y videos; descalificaciones, denuestos, y muy poca claridad con respecto al rumbo por el que encaminarán el ejercicio de los cargos públicos en disputa, el miércoles concluye el periodo de campañas y se procede al tiempo de reflexión y paz entre los electores de más de 12 entidades del país, en donde habrá comicios electorales este próximo 5 de junio. Los ciudadanos habremos de descansar de los excesos de la mercadotecnia política por unos días.

Como lo he comentado antes, lo único que han dejado claro los procesos electorales en los últimos años es que las ideas, los ideales, las propuestas y los proyectos de gobierno orientados a la mejoría de los ciudadanos, han quedado en el olvido. 

Ya no hay principios, ni –mucho menos– ideales o ideologías. Muy atrás, como reminiscencias de un pasado romántico y muy lejano, quedaron las apologías del actuar político; las discusiones sobre las ideas basadas en filosofía política, o la orientación social, liberal o conservadora, del actuar de políticos e instituciones. 

Hoy sólo se habla de corrupción, como un mal pandémico que se apodera por igual de partidos políticos de derecha, centro o izquierda, lo que alimenta el desencanto de la sociedad para con la cosa pública. Se percibe un alto grado de impunidad, pues no se castiga a quienes delinquen y se sanciona –con todo el rigor– a quienes carecen de medios económicos para su defensa, lo que hace que se califique a las instituciones del Estado como incapaces e inútiles; al tiempo que se observa una clase gobernante frívola, ajena y absolutamente distanciada del desenvolvimiento de la sociedad.

Todo este crisol se corona con un hecho que materializa la perversidad de la condición política actual del país: las alianzas electorales entre partidos con ideologías políticas antagónicas. Marxistas conviviendo con fanáticos del libre mercado; los miembros insignes de la Internacional Socialista, en alianza inconmensurable con afiliados a la Organización Demócrata Cristiana de América; pro-abortistas y humanistas anti-abortistas tomados de la mano, en una mezcolanza de ideologías antagónicas que –desgraciadamente– sólo denotan una ambición desmedida por alcanzar el poder a costa “de lo que sea”, incluso de someter principios, bases e ideas, en aras de ocupar las sillas de las oficinas de gobierno. Se prostituyen ideologías a cambio de carteras públicas y nóminas gubernamentales.

La prostitución de la política pareciera ser la única ideología predominante, lo que hace que –para el grueso de la población– no existan diferencias entre los partidos. Hoy por hoy, coaligarse es un hecho de pragmatismo político que se resume en la frase: “quito a unos, para ponernos nosotros”, los valores, principios, ideas y objetivos pasan a segundo término y eso, lamentablemente, es lo que nutre el gran desencanto y el “mal humor social”.

@AndresAguileraM