Xóchitl Gálvez tiene que mostrarnos su proyecto de país
Conforme avanzan los días y se vuelven cotidianas la chispa y simpatía con las que Xóchitl Gálvez irrumpió en el escenario nacional para retar al sistema completo, gobierno incluido, por la Presidencia en 2024, se hace más evidente la necesidad urgente de propuestas estructuradas, sólidas técnicamente, pero inteligentemente planteadas, que dibujen el proyecto de país, claro y concreto, de la senadora.
Si Xóchitl no quiere quedar en la triste condición de incidente jocoso y dicharachero en la que acabo Vicente Fox, si desea pasar de la ocurrencia a la trascendencia, tiene que empezar, pronto, a hablar de los qué y, más importante aún, de los cómo. Además debe hacerlo con suficiente solidez técnica, pero sin renunciar al lenguaje sencillo, incluyente, fresco y cercano a la gente que hoy la caracteriza y que tanto le ha permitido avanzar, en menos de un par de semanas.
El reto no es menor, pues implica que, sin dejar de ser ella misma, Xóchitl Gálvez demuestre que está a la altura de la responsabilidad de reconstruir a un México desgarrado y reconciliar a una sociedad polarizada. Para lograrlo necesita más que solo frases simpáticas y respuestas ágiles que le ganen la mano de la narrativa a López Obrador y a sus corcholatas, juntas o separadas.
Sin renunciar a su sonrisa, al discurso inspirador que representa su propia historia y a la agilidad mental que le ha permitido plantarle cara al régimen, a sus caricaturistas a sueldo y a sus caricaturas de periodistas pagados, Xóchitl debe poner en blanco y negro sus ideas y sus proyectos para reconstruir a México.
Recuperación de la seguridad perdida, combate al crimen organizado, crecimiento económico, aumento del empleo, control de la inflación, reconstrucción del sistema de salud, reactivación del campo, diseño de una política social no asistencialista sino generadora de oportunidades, educación de calidad, blindaje a la democracia y sus instituciones, freno a los abusos de la partidocracia y a los intentos de restauración de la Presidencia Imperial, estado de Derecho, son algunos de los muchos temas que Xóchitl Gálvez tendrá que empezar a abordar antes de que su encanto mediático se vuelva parte del paisaje político y pierda momento que hoy le produce simpatías generalizadas.
La senadora tiene, además, otro reto de primera importancia: demostrar que no es hija política de Vicente Fox y que tampoco es la creación de ese oscuro personaje llamado Claudio X. González y todo lo que él representa. Xóchitl no puede ignorar, ni voltear hacia otro lado, cuando se señala, repetidamente y cada vez en más espacios, que su sorpresiva candidatura es un Frankestein creado por la plutocracia mexicana para enfrentar a un gobernante que amenaza con instaurar un maximato y que, evidentemente, no le ofrece seguridad a los barones del dinero.
Si de verdad quiere ser presidenta, Xóchitl Gálvez tiene que empezar a dedicarle tiempo a hacer política real y para eso necesita restarle tiempo al activismo mediático o utilizarlo para hablar de los temas que de verdad importan. Debe hacerlo con su estilo y también con sus reglas para no ser secuestrada por los intereses de siempre, pero debe empezar a hacerlo antes de que su irrupción pierda fuerza. Solo así empezará a demostrar que no es el payaso de circo que dibujan los moneros matraqueros de la 4T, ni la empleada de los multimillonarios para tomar por asalto el poder por encima de los partidos, ni tampoco otra ocurrencia populista en tiempos de crisis.
Para despejar las primeras dudas, Xochitl debe empezar a hablar del México que piensa construir, y de cómo lo piensa reconstruir.