MÉXICO, ¡TENEMOS UN PROBLEMA!

Para todo veneno tiene que haber un antídoto. Pero, hasta ahora, no hay antídoto para la narrativa oficial.

Pese a los malos resultados de su gobierno, el presidente mantiene su popularidad entre su base social gracias a su habilidad para incidir en la agenda pública, donde mantiene viva su poderosa narrativa.

¿Por qué es tan efectiva la narrativa oficial?

La narrativa populista de Andrés Manuel López Obrador cuenta la misma historia que nos han contado desde hace 100 años, la cual ya forma parte de nuestra idiosincrasia. Su éxito estriba en que la ha sabido contar muy bien, logrando conectar emocionalmente con un amplio sector de la población, aprovechando los contextos que hoy vivimos y que son un suelo fértil para que germinen el populismo y los líderes mesiánicos.

La narrativa oficial es reforzada por sus aliados: representantes de su partido Morena, estrategas, comunicadores, bots, influencers, funcionarios públicos y candidatos; también hacen eco de la misma los medios (unos sin querer y otros queriendo) y la oposición (política y ciudadana) que, sin buscarlo, ayudan a fortalecer los elementos de la narrativa oficial al batirse en su propio terreno de juego (la misma historia) y utilizar sus elementos.

La narrativa oficial busca polarizar los ánimos con el propósito de dividir a los personajes de la historia en ‘amigos del pueblo’ y ‘enemigos del pueblo’. El señalar culpables permite no asumir ninguna responsabilidad frente a los malos resultados, justificando las acciones y omisiones del presidente y su gobierno como decisión del “pueblo” y las consecuencias negativas como resultados del “pasado neoliberal” o los “adversarios” que buscar recuperar sus privilegios perdidos.

La narrativa no es la forma de contar la historia, ES LA HISTORIA. Y cada día, López Obrador refuerza la misma historia en sus conferencias mañaneras, discursos, programas sociales, políticas públicas, obras insignia y acciones de gobierno.

La historia que cuenta es simplista, pero fácil de entender hasta para las mentes más sencillas:

“México es un país rico. Pero el VILLANO le ha robado su riqueza al Pueblo VÍCTIMA. El HÉROE es la ESPERANZA del PUEBLO porque le devolverá el BIENESTAR. El VILLANO se opone a la CUARTA TRANSFORMACIÓN que propone el HÉROE porque quiere mantener sus PRIVILEGIOS. El HÉROE debe producir, administrar y controlar la RIQUEZA de la Patria a fin de salvar al PUEBLO de la DESIGUALDAD y la POBREZA a la que ha estado sometido. El HÉROE necesita detentar todo el PODER para evitar que el VILLANO vuelva a abusar del PUEBLO.”

Como en toda historia, sea novela, obra de teatro, película de Hollywood o telenovela, en la narrativa política pueden cambiar los PROTAGONISTAS que interpretan los ROLES, pero los ROLES se mantienen. Existen tres roles principales: HÉROE, VILLANO Y VÍCTIMA, así como dos roles secundarios: COADYUVANTES DEL HÉROE y COADYUVANTES DEL VILLANO.

El presidente juega el rol del HÉROE que encarna al Estado benefactor, cuya MISIÓN es salvar a la VÍCTIMA, rol que encarna el PUEBLO, del abuso del VILLANO, personificado por un ENEMIGO ÚNICO de mil cabezas, un cajón de sastre donde todos los que estorban al héroe caben: Estados Unidos, PRIAN, Conservadores, Fifís, Neoliberales, Aspiracionistas, Opositores, Adversarios, Ricos, Clase Media, Intelectuales, Derecha, Intelectuales, Periodistas, Científicos, Traidores a la Patria, INE, Etc.

EL “Pueblo” en la narrativa populista no es toda la población sino una parte de la misma que en la historia representa la virtud y el bien, pero que en realidad es el propio líder y quienes lo secundan. Todos los demás quedan fuera del concepto.

La narrativa oficial mueve emociones como el odio, el resentimiento, el enojo, la frustración, la envidia, el desquite, el despecho y la esperanza. Su visión de igualdad es la que se maneja en la dialéctica socialista, que no tiene nada que ver con el esfuerzo y el mérito sino que se impone de arriba hacia abajo, por la fuerza (de la ley en el mejor de los casos) y no tiene nada que ver con la justicia real: “No importa si no mejoramos, lo importante es que los de arriba estén igual de jodidos que nosotros, los de abajo.”

El público objetivo es su base de electores, donde se encuentran los sectores más desfavorecidos, entre quienes concentra el grueso de los programas sociales. A ellos les habla, a ellos les cuenta la misma historia cada día. Por eso al resto no le hacen sentido sus palabras.

La supuesta misión del Presidente Héroe es el BIENESTAR DEL PUEBLO y lo ha convertido en la marca de sus programas y dependencias. Pero en realidad, su propósito es la acumulación y preservación del poder. López Obrador no tiene un PROYECTO DE NACIÓN, tiene un PROYECTO DE PODER. Y necesita transmitir las cualidades de su liderazgo a su marca MORENA a fin de volver a ganar en 2024 la Presidencia y recuperar la mayoría calificada en el Congreso. Por si eso no es posible, a pesar de la campaña de Estado a favor de su marca y aspirantes, busca controlar el Instituto Electoral.

Como lo vemos en otros casos, como Castro y Chávez, en la narrativa populista juega un preponderante la relación entre la historia personal del héroe y su ascención al poder. Su “elevada misión” justifica que el héroe utilice cualquier medio para acumular y mantenerse indefinidamente el poder, pues lo necesita para salvar al pueblo/víctima: en la lógica de su narrativa se puede permitir desde burlar la ley hasta el financiamiento ilícito, la ayuda del crimen organizado, el control de las elecciones, la violación de los derechos humanos, la militarización del país y la destrucción de la democracia.

Quienes se sienten parte del PUEBLO/VÍCTIMA no tienen objeción en que su HÉROE concentre el poder para lograr su MISIÓN. Ellos se sienten empoderados a través de su amado líder, a quien consideran uno de ellos por su origen. De ahí que el Presidente encuentre poca resistencia entre su base ante esta clase de acciones totalitarias. No es casual que muchos de sus seguidores lo vean como un ‘rey’.

Tampoco les importan a sus seguidores los malos resultados de su gobierno, incluso si ellos se ven afectados, porque se sienten satisfechos con el mero hecho de que a los VILLANOS también les vaya mal: DESQUITE.

Uno puede pensar que la gente se dará cuenta de la enorme brecha entre sus palabras y sus acciones contra la corrupción y de que sus linchamientos verbales rebasan los límites del abuso de poder, y que eso le va a costar popularidad. Tal vez, pero mientras ese día llega, López Obrador ha conseguido persuadir a la mitad del país de que está siendo implacable con el VILLANO.

¿Y qué está haciendo al respecto la OPOSICIÓN? Ya lo analizaremos en mi próximo artículo.

Elena Goicoechea