He perdido la cuenta del número de veces que el presidente López Obrador ha repetido en sus conferencias matutinas “no somos iguales”;
también he leído y escuchado cientos de veces la respuesta de quienes se asumen como adversarios del inquilino de Palacio Nacional: “Es cierto, no son iguales, son peores”.
¡Vaya paradoja! Se impulsan desde algunos grupos de poder coaliciones electorales para “que ya no gobierne Morena”, pero esos mismos actores son los primeros que aceptan con sus respuestas que “toda la clase política entra en la misma bolsa”. Es entonces cuando me surgen las dudas: ¿somos distintos?, ¿queremos un México mejor o sólo nos interesa cambiar de victimario?
Durante la campaña de 2018, el auge de las redes sociales -previa construcción de una narrativa de odio- evidenciaban miles o millones de comentarios para criticar a Enrique Peña Nieto: circularon memes, mensajes, acusaciones y una serie de expresiones que se hicieron virales y que hablaban de su vida personal, su familia y miembros de su gabinete. No fue distinto con el presidente Felipe Calderón en el 2012.
Ahora, para ganar una elección se han rebasado todos los límites y esto no es nuevo, en otros momentos también sucedió, pero lo cierto es que los ataques y la polarización se han potencializado, los discursos de odio se han agudizado. En las campañas locales y nacionales en las que he participado, he vivido en carne propia cómo se crean leyendas e historias alrededor del adversario político, sin importar el costo personal, familiar y social que esto implica. Algunos dicen que sucede por el uso de las redes sociales y los avances tecnológicos; en lo personal, yo creo que más allá del mensajero y del medio, el problema de fondo es el mensaje.
Es cierto, México no estaba en el primer mundo, todavía teníamos un gran camino por recorrer, pero el hartazgo de la corrupción, los excesos, los errores voluntarios e involuntarios, las complicidades y la falta de compromiso, nublaron los avances que se lograron con la pluralidad, la alternancia y la democracia.
Se quiera reconocer o no, hoy no sólo estamos estancados, hemos retrocedido. El odio que polariza y nos aleja internamente ahora se difunde desde la tribuna más alta del poder, con todo el peligro que eso implica.
Pero después de casi cuatro años de gobierno de Morena y sus aliados, lo más grave es que quienes coincidimos que México no puede seguir así, con más violencia, más pobreza, menos empleo, menos acceso a la salud, con una canasta básica por los cielos, con cero política pública y cien por ciento de política electoral, no tengamos claro cuál es el camino para corregir el rumbo.
No han sido suficientes 42 meses para darnos cuenta que cada vez que se muestra más evidencia de que tenemos el peor gobierno de la historia de México en las últimas décadas, la respuesta inmediata del jefe del ejecutivo es desviar la atención. Lo que sucedió el fin de semana con la publicación de la foto de su hijo y la respuesta inmediata en memes, comentarios, discusiones en Twitter, Facebook, entre otros, es el mejor ejemplo, pues la justificación más común fue que “López Obrador también lo hizo”.
Si se apoda a alguien “borolas”, la respuesta es “el cacas”; si uno de sus legisladores ofende continuamente a otros, la respuesta es “cállese diputado changoleón”; si una política usa calificativos y descalificaciones para la oposición, la respuesta es que se calle la “Cenadora”. ¿Actuamos diferente?
Cambiar lo que hace el presidente de manera automática no depende de nosotros. Lo que si es nuestra responsabilidad es cómo enfrentamos y accionamos quienes estamos en los partidos políticos, en la sociedad civil organizada, en los grupos de especialistas, en los gobiernos que encabezamos, en la estrategia que planteamos para ganar elecciones.
¿Sabemos que el presidente usa todo el poder, estructura y recursos del estado para ganar elecciones?
¿Sabemos que descalifica todo lo que no se alinea a él y a su pensamiento?
¿Sabemos que el crimen organizado ha sido factor para que Morena gane elecciones?
¿Sabemos que el presidente miente todos los días sobre su austeridad, su honestidad, su conocimiento, su proceder?
¿Sabemos que no gobierna para todos?
Si la respuesta a estos cuestionamientos es SÍ, entonces ¿por qué seguimos respondiendo de la misma manera?
Estamos empeñados en ser tendencia en redes sociales; estamos distraídos siguiendo la agenda que él nos marca; estamos ansiosos y agotados ante el panorama más desolador que vivimos en México. Y mientras él destapa a sus candidatos presidenciales y los humilla llamándolos “corcholatas”, ellos buscan congraciarse y parecerse cada vez más a su líder al grito de “es un honor estar con Obrador”.
En tanto, los aspirantes de la oposición también están esperando que los dirigentes partidistas decidan quién nos representará en el 2024 y la mayor parte de ellos prefieren jugar en solitario. Desde las redes sociales esperan que la designación y la circunstancia (que no se ha construido) los lleve por milagro a ser la o el elegido. ¿Cuál es la diferencia en el método?
De seguir así, el resultado en 2024 será el mismo que en el 2021 y 2022. Dicen que no debemos pensar en pasado, y en eso coincido, pero sí debemos recordar nuestro origen, no para mirar atrás, sino para ofrecer futuro. ¡Estamos a tiempo, todavía estamos a tiempo! Es hoy, es ahora el momento de cambiar la ecuación, es momento de empezar a hablarle a los ciudadanos. Nuestro reto no es ser adversario de López Obrador. Nuestro reto es ser una opción para que los mexicanos tengan un mejor gobierno.
Adriana Dávila Fernández; Política y Activista
Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad del Altiplano del estado de Tlaxcala. Mi trayectoria profesional y política la he desarrollado en los Poderes Legislativo y Ejecutivo Federales, así como en organizaciones de la Sociedad Civil.
Miembro del Partido Acción Nacional desde hace 24 años. Diputada Federal de la LXIV Legislatura. Secretaría de la Comisión de Seguridad, integrante de las Comisiones de Gobernación y Población; y de Derechos Humanos, Senadora de la República por Tlaxcala. Columnista y colaboradora en distintos medios de comunicación locales, regionales y nacionales, entre ellos El Sol de Tlaxcala; comentarista invitada en ABC Radio, Milenio Diario y Milenio Televisión; TVC Noticias, El Heraldo de México. Durante el 2019 formé parte del Consejo Editorial en la sección nacional del periódico Reforma.