Cuando recién entré a la política hace 27 años, escuché muchas veces una historia sobre un hombre que se asomaba a su ventana todas las mañanas
y empezaba a gritar “corrupto, corrupto”, justo en el momento en que el alcalde del municipio pasaba por ahí. Luego de varias semanas, el político, cansado de escuchar todos los días el reclamo, se volteó hacia el hombre de la ventana y le respondió, de forma airada, “pruebas, pruebas”, a lo que éste le reviró “te dije corrupto, no pen…tonto”.
A la luz de lo que ha sucedido con los seguidores del presidente, en su intento por desacreditar la publicación de “El Rey del Cash”, no pude evitar recordar esa historia que escuché cientos de veces. Quienes intentan defender lo indefendible, no han comprendido que lo escrito por la autora, Elena Chávez, es un testimonio de quien vio, escuchó, conoció, vivió y convivió dentro del movimiento de López Obrador; no logran diferenciar que se trata de una denuncia pública y no de un instrumento jurídico, ni siquiera es una investigación periodística. Pero lo cierto, es que este testimonio confirma lo que ya se sabía desde hace muchos años.
López Obrador nació en la política en los tiempos de la opacidad, de la falta de transparencia, de la inexistencia de la rendición de cuentas y ahí se quedó; aprendió de muchos que hoy lo acompañan, sobre las prácticas comunes en el país de un solo hombre y a pesar de su renuncia al PRI, por más que lo intente, no puede arrinconar su pasado y menos esconder su verdadera esencia autoritaria, corrupta y corruptora.
Podemos estar de acuerdo o no con el momento en el que se presenta este testimonio, pues no debemos olvidar, que también hacen mucho daño los silencios sobre actos y acciones ilícitas que nos avergüenzan de la política, pero lo cierto es que este texto demuestra el modus operandi del “líder del cártel del efectivo”. Seguramente hay cientos de eventos que no están plasmados en el libro y la historia no puede leerse aislada, pero existen pruebas contundentes sobre la corrupción del inquilino de Palacio Nacional y de sus cómplices en videos, investigaciones periodísticas, académicas, de asociaciones civiles que han luchado contra la corrupción de todos los gobiernos, e incluso en sentencias condenatorias, como la de la “maestra de la estafa”, Delfina Gómez y del diezmo obligatorio de los trabajadores del municipio que gobernó.
Que el presidente repita todos los días, desde hace muchos años, que es un hombre honesto, que ha vivido en la pobreza franciscana, que su prioridad son los pobres y que es muy trabajador -porque se levanta de madrugada-, así como que en sus conferencias mañaneras saque su pañuelito blanco de la honestidad, lo único que evidencia es que además de corrupto, es mentiroso. Las palabras “no robar, no mentir, no traicionar”, ahora que es presidente, se fueron directo al basurero de la historia.
Celebro que la senadora Xóchitl Gálvez haya solicitado a la Fiscalía General de la República una investigación sobre lo relatado en el libro, aunque lamentablemente ya conozcamos el desenlace: no pasará absolutamente nada, porque al frente de la FGR, se encuentra otro personaje con las mismas características de quien ahora ostenta la titularidad del Poder Ejecutivo.
Me queda claro que se ha hecho más popular el libro de Elena Chávez que la noticia del hackeo a la SEDENA. Sin embargo, la información difundida de los archivos de la Secretaría favorita y favorecida del presidente, por tratarse de datos oficiales, son elementos contundentes que evidencian actos de corrupción y vinculación entre miembros de la delincuencia organizada y autoridades de la 4t. El flujo del efectivo y el crimen organizado, bajo el cobijo de la impunidad, son el traje perfecto del emperador mexicano que pretende perpetuarse en el poder, a través de alguna de sus corcholatas, mismas que siguen al pie de la letra el ejemplo y la obra destructora de su jefe.
Ante tan demoledora información, que sin duda ha afectado -quieran o no reconocerlo- la popularidad del presidente, pasamos a un nuevo distractor que sustituye a Chico Ché y las melodías de cada día: López Obrador formó una lista de 42 posibles suspirantes a la candidatura opositora. Sin negar que entre los mencionados hay personajes políticamente valiosos y conocedores de la política pública, me parece peligroso y grave que haya quienes no se den cuenta de la mofa, la banalidad y el desdén que el mandatario muestra con acciones como éstas, hacia lo importante que es contar con gobiernos responsables y capaces de solucionar los problemas cotidianos de las y los mexicanos.
Mientras las redes sociales e incluso en programas de medios tradicionales se entrevista a personajes populares, muchos de ellos entusiasmados y casi extasiados de ser nombrados en las conferencias matutinas, el país continúa incendiándose: los precios de los alimentos van a la alza; la inseguridad no cesa; la salud pública se colapsa; aumentan las amenazas sobre los ahorros de la clase trabajadora y las pensiones de quienes llevan años trabajando con la esperanza de aspirar a una pensión; se nombra a funcionarios públicos que no cumplen con los requisitos de ley o que presentan cédulas falsas y, en contraparte, se despide a los profesionales de la Administración Pública; se pone en riesgo la relación comercial con Estados Unidos; se otorga más poder al ejército; se desdeña al periodismo serio, y por si fuera poco, se inicia formalmente el desmantelamiento de la institución democrática autónoma más importante que construimos los mexicanos: el INE.
El presidente no cambia ni cambiará, pues siempre centra la narrativa en lo que a él le importa. Por tanto, es urgente que la oposición, a través de los partidos políticos y las organizaciones civiles, se concentre en lo verdaderamente importante: cómo presentar una alternativa seria, viable, alcanzable, para resolver los problemas nacionales. Esto lo podremos hacer escuchando todas las voces y sumando todas las voluntades ciudadanas dispuestas a cambiar y defender nuestras libertades y nuestros derechos.
Adriana Dávila Fernández