Las colecciones de discos. Vaya que son reveladoras. Nada como llegar a una casa ajena para ser recibido por una bien dotada galería de platos. Aceptar un trago y dedicarse a revisar tapas y contratapas, hojear cuadernillos, desdoblar posters, leer letras e indagar quiénes movieron las perillas de las consolas de grabación o montaron algún instrumento musical. Ya sea de rodillas, en cuclillas, acostado, echado en el suelo o en un mullido sillón; repasar colecciones de discos es un deleite porque se trata de un acto que permite descubrir quién es ese sujeto que nos ha abierto las puertas de su morada. Y no hay falla: si uno quiere saber la verdadera personalidad del que tiene enfrente, la mejor y más rápida forma de lograrlo es escudriñando entre sus álbumes.