Ante la versión, sin comprobar, de que el cantante Kalimba había incurrido en acoso y abuso sexual en diciembre de 2010, medios de comunicación y algunos comunicadores emitieron “sentencia”. Declararon culpable al artista.
Con el paso del tiempo, el artista terminó por demostrar su inocencia. No sería el primer inocente que tuvo que probar que era inocente. Las autoridades se dejaron guiar por la campaña mediática, en vez de actuar con verticalidad. Por comodidad y protagonismo se sumaron al linchamiento.
Lo más fácil era sumarse a la campaña, adornaba a cualquier falso justiciero. Difundir una sola versión, sin escuchar testigos y muchos menos ver pruebas. Si la supuesta víctima incurrió en contradicciones, fue lo de menos, no importó.
Contraria a sus principios, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos se sumó al linchamiento. En rápida investigación encontró elementos para declarar culpable a Kalimba. Su principal fuente de información había sido la supuesta víctima.
Seguro que no es la primera vez que se equivocaba la CNDH.
Bien haría Rosario Piedra Ibarra, la actual titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en reabrir este episodio, valorar lo hecho por el organismo y considerar el ofrecimiento de una disculpa al cantante.
Si bien hay consenso en defender a mujeres de cualquier agresión, no se vale inventar historias para sacar dinero o dañar al prójimo por mero gusto o capricho.
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