La calificación de la elección presidencial de 2006 se vivió en un ambiente tenso, con protestas y plantones en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
Día y noche estaban frente al tribunal los inconformes, en sus tiendas de campaña, con sus mantas y bocinas, con un volumen de la música que se podía escuchar varias cuadras a la redonda.
No cesaba el grito “¡voto por voto! ¡casilla por casilla! Una y otra vez, era la principal exigencia de la oposición, inconforme con el resultado; la diferencia era menor a un punto porcentual entre el primero y segundo lugar. Había expectación sobre el resolutivo que emitiría la sala superior del TEPJF, integrada por siete magistrados, presidida por Leonel Castillo González.
Los magistrados, con el ruido ambiental, porque se escuchaba perfectamente en sus respectivas oficinas, tenían que concentrarse y revisar la documentación electoral.
Era tal la crispación, que se reforzó la seguridad, había pelotones de policías federales en los sótanos del tribunal. Temor de que los manifestantes saltarán la cerca para tomar las instalaciones del órgano calificador de la elección.
Largas horas pasaron los magistrados en sus oficinas, encerrados, en el estudio jurídico del proceso. Incluso, en los días previos a la presentación del dictamen, más de uno se quedó a dormir en la sede del tribunal.
Para despejar mente, bajarle al estrés, en su tiempo de descanso, el magistrado presidente veía alguna película en blanco y negro, de Joaquín Pardavé, Cantinflas o Andrés Soler, la vieja y entretenida filmografía. Lo hacía solo en su oficina, para después seguir con el trabajo.
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