Tarde o temprano los plazos se cumplen. Ha llegado el turno de la reforma electoral constitucional prevista en la Cámara de Diputados.
En virtud de que ningún grupo parlamentario cuenta con la mayoría calificada, no hay más camino que el diálogo por delante si se quiere llegar a un acuerdo.
Como se sabe, para aprobar la reforma constitucional, en cada una de las cámaras, en la de diputados y en la de Senadores, es indispensable, mínimo, el voto de las dos terceras de los legisladores presentes en la sesión. Después, la reforma tendría que ser aprobada por la mayoría de los congresos locales.
Cuando el grupo mayoritario tiene la mayoría calificada, como ha sucedido en muchos casos en el pasado, no hay mayor complicación para que prospere la iniciativa que aspira a modificar la Constitución.
Hoy es diferente y está visto lo que sucede si se intenta imponer la voluntad de la mayoría simple. La reforma eléctrica no pasó ni la Cámara de Diputados. Fracasaron las presiones para conseguir votos y ni cerca se estuvo de alcanzar la mayoría calificada. La oposición frenó lo que nunca tuvo su beneplácito. Faltó cabildeo, negociación y acuerdo entre legisladores.
El artículo transitorio constitucional para que se prolongue hasta el 2028 la participación militar en la seguridad pública se atoró en el Senado. Por eso ahora la mayoría legislativa quiere diálogo por delante, como ha dicho su diputado Sergio Gutiérrez Luna.
Hablando se entiende la gente.
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