Los toros de lidia son gladiadores, no son animales indefensos cuando entran al ruedo. Les caracteriza su bravura
y fortaleza, de 400 a 500 kilos o más. Entrenados para embestir. Son capaces de herir o matar al torero y lo han hecho.
Vienen desde el siglo XII en España las raíces de la tauromaquia; actividad milenaria, cultural. Es tradición, costumbre, practicada sobre todo por varones, algunas mujeres.
Fiesta brava que ahora enfrenta a quienes (minoría de 100 a 150 manifestantes) se quejan y protestan por mal trato animal. Gritan por las calles y exigen leyes que pongan fin a lo que consideran barbarie para disfrute de psicópatas.
Nada dicen de los toreros que han resultado heridos o muertos en el ruedo por el filo de los cuernos de los astados.
¿Qué en este caso no sería maltrato contra el torero?
Seguramente justificarían su muerte con el argumento de que el toro de lidia lo hizo en defensa propia.
En domingos y lunes recientes hubo tres corridas que llenaron la Plaza de Toros México. Más de 40 mil personas en cada corrida. Gente que acudió de manera voluntaria, pagando su boleto, de 60 pesos para arriba, constancia de que el acceso no es exclusivo para ricos.
La tauromaquia ha sido y es admirada por artistas, escritores, pintores, escultores, académicos, juristas, académicos, profesionistas, etcétera.
Hay ahora una batalla legal.
La decisión de si cancelan o no las corridas (espectáculo que da trabajo a miles de personas) está en manos de jueces.
Arturo Zárate Vite
@zarateaz1
arturozarate.com