Desde que Guadalupe Taddei asumió la presidencia del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) ha sido
evidente la diferencia de criterios entre consejeros y consejeras.
Normal en un órgano colegiado, es imposible la uniformidad en el pensamiento a la hora de analizar, discutir y acordar acciones que debe realizar el instituto.
Llama la atención y genera suspicacia cuando se acentúa la división y se dificultan los consensos.
Peor todavía cuando se deja la impresión de que se responde a intereses ajenos al organismo electoral.
En el proceso electoral del 2006 hubo demasiadas protestas de los competidores, sobre todo de la oposición porque el entonces IFE actuaba con tibieza ante los excesos en que caía el grupo en el poder al inmiscuirse abiertamente en el proceso para favorecer al candidato oficial.
Sería difícil distinguir si consejeros y consejeras de entonces actuaron de esa manera por sus limitaciones y falta de pleno dominio de la materia electoral o en algunos casos para obedecer consignas del poder.
El hecho es que el Consejo General no estuvo a la altura de las elecciones y en la siguiente reforma electoral aprobada por el legislativo, hubo renovación de consejeros, empezando por su presidente Luis Carlos Ugalde.
La historia se podría repetir, que no se olvide que está pendiente una reforma electoral.
Si la actual composición del organismo persiste en pleitos y descuida tareas que debe cumplir, la reforma electoral pudiera incluir considerar ajustar o renovar cúpula del instituto, aunque ya hay tres consejeros que están próximos a concluir su periodo (abril 2026): Dania Ravel, Claudia Zavala y Jaime Rivera.
Arturo Zárate Vite
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