Es nuestro muerto, cuando debería ser el de todo el gremio periodístico...Mario Gómez, compañero reportero del heraldo de Chiapas fue asesinado el viernes
pasado...allá, en la selva, en Yajalón se habla de que se debió a sus actividades periodísticas... Se debe esperar que las autoridades estatales aclaren dos cosas: los motivos de su muerte y el por qué, habiendo sido amenazado con anterioridad no gozaba de la protección adecuada.
A las cinco de la tarde lo mataron, saliendo de su casa, la clásica ejecución, dos tipos en moto, balazos en el abdomen, la huida e inmediatamente la cascada de dudas, de preguntas...y el reloj que mata periodistas continua su marcha, sea en Chiapas, sea en el centro del país, en el norte, da igual, rara vez existe el cumplimiento de la frase "llegaremos hasta las últimas consecuencias".
Nada, los periodistas y sus empresas, sus jefes, se quedan con la boca chueca de la impotencia acumulada, vemos pasar fiscalías protectoras de periodistas que sólo estorban con los membretes pero que rara vez excavan hacia donde se tiene que llegar.
Lo de Mario, allá en el Heraldo de Chiapas se pierde en la idea del que no sucederá algo, que la verdad ha sido enterrada junto con él.
Hubiese sido amenazado por un mafioso o un político, las dudas de que se esclarezca seguirán creciendo...¿de qué sirvió el que Mario haya denunciado en cuatro ocasiones el que su vida corría peligro? pero el foco de descomposición no es privativo de Chiapas, todos los días los periodistas vivimos un caudal de amenazas, sean estas institucionales o con aires de crimen organizado, matar a un reportero sale mucho muy barato en este país, y la numeralia ahí está: Este año 17 y el 2018 aun no termina, ¡que más da! Y vaya que en el horizonte no se asoma ninguna esperanza de que para el siguiente gobierno se pueda encontrar una bolsa de protección para un gremio muy lastimado, que se le ve como enemigo del sistema, incomodo para muchos que en la clase política nos miran como apestados...nosotros los periodistas no traemos chalecos antibalas, no portamos armas, nuestros muros de defensa en el cuerpo gremial y párenle de contar. Eso en este país , en el que ya no asombran las brutales cantidades de ejecutados ni que un par de traileres traigan 300 cadáveres congelados, qué se puede esperar para un periodista que sale de su hogar con la bendición y con el ruego de que sólo por hoy no nos toque.