Recomiendo leer la entrevista que se realiza a Raymundo Collins, secretario de seguridad de la Ciudad de México, sus dichos aparecen en el periódico el Sol de
México de la edición de hoy, espléndido el trabajo de Isabel Arvide, maestra del periodismo.
Collins pincelea lo que a su parecer son resultados positivos en materia de protección a los ciudadanos, su trabajo es enorme, pero en el juego de contrastes no dejamos de pensar en lo que significa el que la ciudad de México se haya convertido en sucursal de Tamaulipas y sus pinturas costumbristas de descuartizados o las rancheras matazones a manos de mariachis sicarios. Collins, como el resto de los personajes de esta administración saben que lo que se ha destapado con la unión Tepito y los anti unión, y “los tortas” o “betitos” o los de la nueva generación o como se le antoje que se llamen, es de suyo muy grave, pues se trata de la ruta que en otras geografías ha conducido a escenarios terribles.
Así sucede en guerrero, en donde los grupos criminales han tomado el control de muchas regiones, en donde ni el ejercito entra. La ciudad de México es campo de una batalla entre dos carteles de la droga, lo que no se había visto ya forma parte del paisaje, descuartizados, en tambados, enjambres de motonetas extorsionando, comerciantes paralizados por el miedo y una oleada de acciones delictivas que se ven protegidas por redes de corrupción. El secretario de seguridad Collins está en lo cierto cuando habla del nuevo sistema de justicia penal, el mismo que ha regresado a la calle a muchos delincuentes y que se convirtió en una absurda puerta giratoria para criminales. Pero esa tarea corresponde a los nuevos legisladores, ir por el rearmado de un nuevo modelo, otro, que no estimule la impunidad.
Lo que toca atender en este poco tiempo que le queda a esta administración es un cambio real en la estrategia, comenzando por no evadir el peso este de problema.
Los narcos tienen mucho tiempo cohabitando aquí, pero ha sido hasta ahora que se dio inicio a la disputa por el control del mercado, plazas como las de Garibaldi son solo partes de una minúscula escenografía. Los grandes mercados se mueven por las zonas más exclusivas, donde los antros son caros, el poder de los carteles chilangos no radica en las grapitas que pueda vender un chamaco en moto por el Tenampa, el tumor está en Polanco, en el sur, en los que distribuyen en universidades privadas o públicas, en la Del Valle, en Xochimilco , en el pedregal, en el Ajusco, ahí, en donde se habla poco de narquitos, pero todos saben quién vende y en que lugares.
La visión para entrarle a esto tiene que dejar de ser aldeana, la policía capitalina, ni la de investigación podrán, y peor aún, si estos forman parte de los laberintos de complicidad.
Viene un nuevo gobierno, uno con la misma playera tanto federal como local, que esa condición sirva para entrarle con inteligencia a la búsqueda de soluciones y entonces sí, dar resultados con la captura y desmantelamiento de los verdaderos jefes de estos carteles que abarcan toda la zona metropolitana y no solo un par de cuadras en Tepito.