Debemos aceptar la autocomplacencia presidencial y cerrar los ojos mientras bajamos la cabeza y repetimos: “lo
que Ud. diga señor presidente”.
Enrique Peña Nieto se va con un bajísimo nivel de aprobación, 20 por ciento, dos de cada diez lo miran con benevolencia, y la tragedia sexenal se resume en una sencilla ecuación: “nunca se dio cuenta de lo que en el México de la calle ocurría”.
Cierto, los dioses lo querían ver fracasar, por ello lo hicieron ciego, tal y como decían en la antigua Grecia. El recuento de los daños se vestirá de la frase Insulza de “que la historia me juzgara”, tal y como repiten los modernos Poncio Pilatos del presidencialismo mexicano, lo malo es que el paso de este huracán deja puros damnificados que ya estaban pobres, y la historia se quedará en eso, en líneas periodísticas o frases que nada de juicio traerán: Peña el de los 43, Peña el de Tlataya, Peña el de la fuga del “Chapo”, Peña el de Odebrech, el de la estafa maestra, el de los cómplices y socios, Peña y sus cuates blindados ante la justicia, Peña el de los memes y chistes por racimos, Peña y la casa blanca, Peña el de los muertos, Peña el de los gasolinazos, Peña el del socavón en Cuernavaca, Peña y Peña y Peña.
En este guion no hay espacio para las reformas estructurales, para el pacto por México, sí llevó a prisión a Gordilllo, sencillamente no importa, ella está libre y fue en su mismo sexenio. Peña nieto sencillamente no supo ser el mismo que en campaña se dejó asesorar por hombres con menos ataduras y menos perversos.
Le sucedió lo mismo que a todos los anteriores, se emborracho de poder, dejo de escuchar a las voces críticas y con un sentido más atinado y sano para hacer gobierno, se encerró en una habitación y permitió que sólo una triada de personajes le hablaran al oído y la brujería surtió efecto, nada ni nadie tenía acceso a sus potestades más que aquellos que gozaron de la cercanía presidencial.
Peña se va por una puerta muy pequeña, dejando en el aire la impresión de que negoció la ruta de escape, traicionando a su partido, a su candidato, consiguiendo un salvoconducto con el que llegará en dos días. Y no será visto en un tribunal, eso no ocurrirá, el vilipendio tal vez, el escarnio y al rato la flaca memoria de los mexicanos encontrará nuevamente la comodidad de la almohada y a seguir soñando, mientras Peña, Peña deberá cargar con el peso de la soledad del “hubiese hecho esto o aquello” mantra que emplean los arrepentidos.
El daño ha sido terrible, mayúsculo, pues México no encontró a un líder en el presidente que se va, encontró a un amigo de sus amigos, los cuales no siempre fueron leales a él, se encontró con un presidente que no supo comunicar. ¿vivirá en Atlacomulco?,¿en el estado de México? No lo sabemos, lo que, si es que será muy difícil verlo andar a pie en las calles, solo, sin guaruras…expuesto. De ese tamaño será el miedo.