Del universo de servidores públicos encontramos la especie más descuidada, la de los
policías, el último eslabón de gobierno.
Es normal localizar a elementos con charola sobreviviendo entre el desprecio de los ciudadanos y el abandono de los políticos.
En “Urbe de hierro”, programa que conduzco por ABC Radio del 760 de am a las cuatro de la tarde, platiqué con algunos de ellos, hombres que pertenecen o han pertenecido a alguna agrupación local o federal, conversé tambien con una especialista en temas de la conducta humana, estos mexicanos crearon la Asociación "Ciudadanos Uniformados".
La radiografía es lastimosa por las condiciones en las que trabajan, colocados en evidente desventaja frente a los ampones sumado a la ausencia de un estado que los proteja y que los convierte en semi esclavos de un sistema que en el papel les "confiere" autoridad pero que los abandonda en la práctica, como rehenes de la voluntad de los políticos los cuales prostituyen esa figura para estirar estrategias que prometen acabar con los criminales.
Es una falasia del estado, mienten quienes lanzan estrategias para traer la paz sin que se reconstruya realmente el tejido de los órganos policiacos, la grosera condición salarial es una de estas, pregunta: ¿qué policía municipal en Chiapas se le antoja combatir a las fuerzas del mal si cada quincena recibe tres mil pesos? ¿Vale la pena sacar el arma y dejar huérfanos a sus hijos? ¿Por tres mil pesos de salario? ¿En serio?
O aquellos elementos que en una ciudad como la nuestra tratan de controlar el tránsito en medio de una lluvia de recordatorios maternales? ¿De qué tamaño es el golpe psicológico de un padre de familia que tuvo que emplearse como policía auxiliar y en un día recibio escupitajos y orines en una marcha por Reforma? ¿Con quién se desahoga este hombre o mujer?
El páramo nacional es una locura por sus vacios humanos, vivimos tiempos brutales y quienes deberían servir como muro de contención para evitar el caos son los que más abusos reciben, y claro está, que a muchos uniformados les encanta el billete fácil, que están hundidos en corrupción, hermanados con los delincuentes, esto es una escalera electrica, que igual sube e igual baja, y es ahí, en los mandos, en los infaltables políticos en donde encontramos los frutos podridos, ser jefe es igual a liderear un cártel de las drogas o de extorsionadores.
En serio, pero en serio, ¿alguien cree que se ganará la batalla a los delincuentes con elementos policiacos locales o federales expulsados de aquellos niveles de protección y privilegios con los que cuentan los políticos? Traer pegado el estigma de que un uniforme de policía es sinónimo de rateros es algo que algunos se han ganado, pero no aplica para todos, algunos han dado la vida, se han enfrentado a la prepotencia de sus jefes, al desprecio de una sociedad que los ve como apestados. Se nos olvida que muchos de esos polis son realmente buenos, pues a ellos hay que apoyarlos y escucharlos, de lo contrario, esta sociedad será testigo de la caída de los últimos frutos buenos y entonces sí, respiraremos los vientos de la anarquía propiciada por el mismo estado mexicano.