Cansa repetir la cifra de periodistas asesinados en el país, y cansa la calificación que nos dan de ser la nación más del mundo peligroso para ejercer esta
profesión, pero desgastar más el saber que podemos llegar a los cien ejecutados sin que la brújula de la conciencia tenga una sola variación.
¿Qué sucedería si las y los muertos fueran médicos, futbolistas, cajeras de supermercado, pilotos aviadores, empresarios, taxistas o diputados? De terror, ¿verdad?
Los que laboramos en los medios de comunicación estamos expuestos a cualquier ataque, “fusilados” por los rediles de “bots” infestados de odio (rencor con sabor a “mañaneras”) que realizan llamadas a cabina señalando que “por eso losn” tal y como nos ocurre en el servicio informativo de URBE DE HIERRO del 760 am.
La normalización de la violencia en contra de las y los periodistas es un asunto que merece un amplio estudio, pues tal parece que a nadie le importa que en México salga muy barato y nulamente castigado dispararnos, como un pabellón de la muerte de los medios. Pero más allá, el gremio periodístico en su conjunto es un cuerpo desarticulado, pocos son los que hacen algo, pocos están entendiendo (o no quieren comprometerse) la gravedad de lo que se vive.
En los grandes medios y sus estrellas se nota la ausencia de debate, limitados a dar a conocer con marcada frialdad el número de casos, sin posiciones críticas o mínimas, de empatía. La labor de defensa queda en pequeños colectivos, un par de organizaciones que demuestran más valor y determinación para darle voz a los familiares de las víctimas, pero solo eso.
La semana pasada se dio una muestra de hartazgo por parte de muchos colegas en las afueras de la secretaria de gobernación por el asesinato de Lourdes Maldonado, una mujer que había anunciado que la matarían, amenazada por un exgobernador de morena, y quien termina perdiendo la vida. Ejecuciones que son “cantadas” sin que el estado mueva un solo dedo, sin que la prostituida justicia haga lo que le toca.
Todos en la 4T se bañan de impunidad como el verdadero signo de su transformación. Pero en las gradas periodísticas se escuchan tibios abucheos demostrando qué poco importa y que a lo mucho sólo merecerá un par de menciones en los noticieros estelares. Total, la conclusión es que lo que ocurrió en Tijuana, pasa en Michoacán, pasa en Quintana Roo, Chiapas, Morelos, Veracruz, Durango, Tabasco y seguirá pasando contra un grupo de periodistas que “solo en su rancho conocen”.
¿Qué sucedería si una de estas víctimas se convierte de pronto en una o uno de los verdaderamente populares? ¿Creemos que en tierras chilangas estamos exentos? ¿Qué en los grandes corporativos no pasan esas cosas? ¿Qué el alto rating es el mejor chaleco antibalas? Nos equivocamos, nos están matando, el clima generalizado es que se puede asesinar a las y los periodistas sin mayores consecuencia. Estamos a tiempo para encontrar una solución, o nos unimos y comenzamos a hacer propia la tragedia que se vive en el campo del periodismo y formamos un solo frente, una sola voz, una sola pluma, una sola cámara o dejamos que las balas toquen a la primer estrella del Olimpo periodístico.
Total, son varios los que nos traen ganas. No es regaño, es Picotazo Político
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Miguel Ángel López Farías
Historiador. Director y conductor del programa radiofónico 'Urbe de Hierro', transmitido por ABC Radio 760 AM de 4 a 5pm.
Presidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT).
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