Para Allá Vamos Todos..... ¡Que Conste,… Los Olvidados!

         Dicen que cuando llegan los recuerdos también se van los pensamientos, todo es como una visión que va y viene y nadie sabe qué es verdad o qué es mentira cuando se trata de cuestionar lo que se dijo o se habló o se hizo, y el que dijo, hablo o hizo es el que realmente actuó en el momento de acuerdo a lo que le dictaba su conciencia o inconciencia lo que debería de hacer, el momento presente es de actualidad y de decisiones prontas para que no se queden en el pasado, pero es

muy cómodo, para muchos, solamente criticar desde lejos de esa realidad y sin platicar siquiera con los que hablaron, dijeron o actuaron en aquellos momentos y es así, que digo yo, se hacen los graves cuestionamientos y las grandes tragedias…pero así se escriben las historias o LOS CUENTOS… por eso me encanta aquello de que: no des muchas explicaciones; tus amigos no las necesitan, tus enemigos no te creerán y los pendejos no las entienden…

         Dicen los indios que la tristeza y la angustia llenan las vidas y que pocas alegrías hay para contar, y esas pocas son las que deben hacer la historia no la de tristezas, miserias, egoísmos, tragedias, resentimientos, porque es por eso que, dicen que, cuando se amamanta, se “corta la leche” o se agria o se pierde o se aceda. Cuando nace un niño o una niña siempre hay que tener cuidado en envolver su ombligo en alguna planta que será para ellos, las viejas curanderas decían que hay que saber cuál de las plantas le caen bien al recién nacido, porque de esa planta se debe alimentar y con esa planta curará sus cuitas y sus penas y tristezas y alejará el llanto de su corazón y volverá a latir con serenidad y sin angustias ni aceleramientos. Se le podrá hacer la limpia.

         Una criatura que llora mucho es que tiene soplos de malos aires y hay que sacarlos, hay que evitar el mal de ojo, y por ello les ponen un listoncito rojo en el brazo o un pedazo de estambre pegado con saliva en la frente, también le amarran o le tapan el ombligo para que no le agarren las malas vibras y las malas mentes, la viejas, se ponen chiqueadores en la sien para quitar el dolor de cabeza y evitar que les pongan malos pensamientos y odios que ni deben ni quieren. Todo en el mundo indio es de magia y de suspenso, de vida y de muerte. En el campo puede ver uno la vida: cómo se reproduce y como el toro monta a la vaca o el conejo a la coneja o el pájaro a la pájara y el gallo a la gallina y eso, sabemos, que es vida, a pesar de que en algunos episodios se luche para ver quién es quién y quién se queda con la pareja, pero, también, se ve la muerte de cerca, se ve como se mueren las hojas y las flores y los animales o como se transforman de gusanos a capullos y a mariposas, y esto, es fascinante y mágico, por ello el que camina por los montes tiene que ir bien atento a los sonidos, a las claridades y a las sombras, a los olores, a los crujidos y los bufidos, si bien decía el viejo Adelfo, el nahual, que hay que andar viendo dónde pisas porque pueden matar un escarabajo hermoso, una catarinita, una araña solitaria, o una víbora mala o pisar la mierda del humano o de la vaca o del caballo y así los que saben de la vida y de la muerte caminan siempre atentos a lo que va sucediendo, y no se quedan ni en el pasado ni andan loqueando con el futuro, sino que van pisando en el presente, y esto no quiere decir que no hay que pensar en el pasado, es bueno reflexionar, pero no quedarse, no anclarse en el resentimiento y el dolor o la tragedia o la gran visión. Es bueno pensar en el futuro, pero solo se va creando con el presente que es la realidad; uno, ya pasó, y el otro, no existe más que en la mente y en los sueños y las esperanzas, y éstas, muchas veces, mueren antes de nacer.

         Y salíamos al campo a juntar bellotas, eran como magia pura y el color era hermoso, café claro y brillante y antes de eso, verdes, y los cuchis salían a buscarlas por entre los árboles y así forjábamos muchos sueños, el campo te da muchas visiones y claridades porque están en un eterno presente, cada día cuenta en lo que haces y en lo que vives, los sueños son en la noche con las estrellas o las sombras y los vientos y los cuentos de espantos y de muertos y de apariciones y de camposantos y de tragedias, y en el día, todo es estar atento a lo que pasa a cada paso, son tiempo del pemuche y hay que recogerlo para que la abuela los cocine con huevo, y después, podamos recoger los frijoles de colorín, rojos, hermosamente rojos y los llevamos en la bolsa como si fuera una gran riqueza, y olemos el pan en el horno de leña y los gritos para que se apuren y no se ponga más caliente porque se quema o le falte lumbre porque se queda crudo y hace daño, todo tiene su tiempo y todo tiene su maña, que si hace viento, que si hace calor o hace frío o la leña es de pino o de nogal o de encino, y cada amasada tiene su chiste, y cada forma que se da a la masa y el tiempo que se queda y la forma en que se le pone el azúcar o el piloncillo o el queso y que si es empanada de queso huasteco o si son frutas de horno, crujientes y sabrosas como un beso. Y hay que moler el alverjón para las empanadas y traer la manteca y el asiento y las hierbas de olor y la Shala y moler el jitomate con todo lo que lleva la salsa para que queden sabrosas y con el queso y picosas y la cecina huasteca y si hay la hueva seca que tiene un sabor y un olor especial de vida que se dejó en el camino y no se dio, y ahí están todos esperando a sentarse a la mesa, en el cercano fogón de leña, contando las chispas y contando las historias y viendo a los ojos cada gesto, en el campo y con los indios se ven las caras siempre y se ven las formas y los rostros y los ademanes y las prisas o la tranquilidad para masticar cada bocado y saborearlo y contar lo que sucede en el día por cada uno y se van registrando las historias y se ríe y se regaña y se enojan y se hacen los chismes, pero no se guardan los resentimientos ni los enojos porque envenenan el cuerpo y envenenan el alma, y así va cayendo la noche para avanzar al  sol de la mañana, y de nuevo los cantos de los gallos de casa a casa y los quehaceres del diario y el olor del café y el pan recién horneado, y por eso, cuando recuerdo, vivo, y sé que no muero a pesar de que ya son los tiempos de pensar en el retiro de esta vida e irse a los caminos del recuerdo o de la muerte…a paso lento pero firme…total, para allá, vamos todos.