La reconstrucción del sur

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 Cuando hablamos de más de dos millones cien mil damnificados en el terremoto del siete de septiembre en los estados de Chiapas y Oaxaca nos debemos imaginar que a su lado se perdieron más de 40 mil casas, que se cayeron o sufren daños que ponen en riesgo la vida de los habitantes. Tenemos que imaginarnos lo que significa llevarles agua para consumo humano, mantener los servicios de luz, drenaje y seguridad pública, lo que significa mantener el orden y la armonía en un medio donde la frustración, el miedo y el abandono de años generan un resentimiento brutal que fácilmente se puede desbordar en movimientos de protesta que lleguen a la violencia. Tenemos que pensar que si son dos

millones cien mil damnificados hay que llevarles comida tres veces al día, lo que significan seis millones trescientas mil raciones diarias, y cuando se piensa que el ejército solamente ha movilizado a más de 23 mil miembros de su tropa, y las dificultades para mantener el consumo y bajo control y la asistencia en alimentos, agua y medicamentos y atención médica, podemos tener una vaga idea de lo que esto representa, y ahora, pensemos en lo que consumirán en ladrillos, varillas, cemento y láminas el poder brindar ayuda para la reconstrucción inmediata de más de 40 mil casas y sostener el mecanismo económico local y garantizar que esa ayuda se canalizará directamente, sin manipulación política y con honestidad real a los que con mayor urgencia lo requieren.

         No tenemos una idea de la cantidad de viudas y huérfanos tenemos en este evento, pero menos tenemos idea de lo que significan los resentimientos y las frustraciones económicas y políticas que esto provoca, y la verdad es que estamos en momentos de tensión de tal suerte que es posible que, por cualquier pretexto, las cosas se salgan de control y se generen choques y protestas políticas, porque nadie puede negar que en esta región hay una enorme politización con organización social y política desde hace muchos años que han dejado abiertas los mecanismos de resentimiento entre los grupos, que tienen dos o más visiones distintas del mundo y de la vida. Por eso, recordamos que por los años setentas y ochentas se provocaron los primeros movimientos políticos y sociales y las protestas en Juchitán, encabezadas por los jóvenes que operaban a la COCEO y a la COCEI, de tal suerte que se constituyó el primer ayuntamiento de oposición en aquellos años, provocando una gran confrontación entre los coceistas y los priístas, y así, se pudieron ver las manifestaciones masivas donde los dos grupos se enfrentaban por las diferencias políticas, y ahí, aparecieron los famosos muxes que dieron el toque de fuerza política en la región al lado de las mujeres zapotecas que, con valentía, encabezaban las manifestaciones de uno y de otro lado, y desde aquellos años hace más de treinta y siete, los grupos políticos de la región conocen el valor de la publicidad política y del manejo y valor de la operación de la comunicación social, y es así que hoy operan con esa eficiencia organizativa y están provocándose diferencias que pueden llegar a las confrontaciones, en vez de utilizar esa fuerza de movilización social para unificar a los pueblos y lanzarse a la reconstrucción de la región, y por ello, no solamente basta que estén los funcionarios en la operación, sino que urge la negociación, el entendimiento histórico de la formación de los grupos y su cauce en la vida política y económica de la zona, y de convencerles en que sean ellos, sin distingos políticos ni resentimientos y confrontaciones, los que hagan la cabeza para la reconstrucción de la región, de otra manera, los yupis que llegaron a la zona que no saben del trato y de la historia solamente pretenden imponer, olvidando que en las comunidades indias lo que cuenta es la autoridad moral, no los discursos ni las imposiciones y menos los capricho o las improvisaciones.

         Existe la convicción de que la labor de Alejandro Murat y su fuerza en la convocatoria y apoyos logrados en la ayuda federal, es garantía para mantener la promesa del presidente Peña Nieto en que no se abandonará el apoyo a los damnificados, y que lo que puede garantizar el buen uso de los recursos y la honestidad en la imparcialidad de su distribución y la honestidad real, será lo que se canalice por el Ejército Mexicano y la Marina, y se pondrá a prueba la labor y eficiencia de la Policía Federal al brindar servicios de seguridad pública en la zona, así que no se valen los protagonismos para pretender allegarse el clientelismo político tal como se han manifestado por algunos grupos. Hoy en día, hay la convicción de que los partidos políticos deberían donar gran parte de lo que recibirán de las prerrogativas económicas para apoyar la reconstrucción de la región y se demanda, por los oaxaqueños, el que se detenga y consigne a los bandidos que encabezara el gobierno de Gabino Cué, y en forma especial, a Jorge, el coco, Castillo, y se les obligue a regresar los miles de millones que saquearon a pueblo de Oaxaca y se apliquen esos recursos a la reconstrucción ya que es el dinero de los oaxaqueños, robados y saqueados por ese grupo que goza de impunidad y de protección para continuar en sus robos y transas, tal como le vienen descubriendo, al “coco” Castillo, sus transas en los negocios en Morelos, bajo la protección del gobernador, su amigo, que deja al descubierto el saqueo y la corrupción del socavón. Si no se hace esa consignación de los hampones del gabinismo, es lógico que no se podrá lograr convencer a los oaxaqueños de que hay honestidad y que se manejarán con eficiencia los recursos de la reconstrucción, y hoy, más que nunca, se requiere en Oaxaca y en Chiapas, el que la gente crea en la autoridad moral de sus gobernantes, de otra forma, todo se puede derrumbar como en el terremoto, dejando la zona desolada y en conflictividad política y violencia real… así que mídanle el agua a los camotes, no se vayan a quemar…