Hace algunos años, al pasar por la Mixteca Alta de Oaxaca veía un paisaje desolador, la caliza blanca y los terrenos destruidos por la deforestación, desde hace más de 20 años, de pronto, en algunos puntos se comenzaron a ver algunos
arbolitos pequeños que destacaban en ese paisaje, se veían aún las terrazas para evitar el desgaste del terreno y para permitir que el agua se fuera filtrando poco a poco al suelo reseco. Hoy en día, por el esfuerzo de las comunidades se ven algunos puntos importantes con árboles que van creciendo y mostrando que se puede reconstruir esa región.
También, hace muchos años, recorriendo esa región, comentaba que en varias partes de los caminos de terracería se veían pequeñas chozas y al acercase uno a ellas salía de algún lugar, entre el comal y la olla o entre las chivas, alguna gente que ofrecía copas de mezcal, uno veía a los grupos de indígenas caminar con sus crías al hombro, entre los rebozos negros cargando a los escuincles medio dormidos, hasta que entendí que cuando ellos llegaban a esos puntos pedían una copa y les ofrecían con gotas de algún producto adicional, Éter, que les dormía y paraba el hambre, y así entendí que desde muy pequeños el alcoholismo era inducido por esos mercaderes del vicio que, además, también ofrecían a los turistas que ocasionalmente llegaban, bultos de marihuana de medio y un kilo a dos mil pesos o tres mil de acuerdo a la calidad y a lo que pegaba en la fumada. Para conseguir agua, las mujeres tenían que recorrer la zona en busca de cuevas para que en el goteo pusieran las ollas, y después de varias horas y caminar distancias, pudieran llevar una ollita, suficiente para cocinar los frijoles o el nixtamal para las tortillas, Sí, esa “tierra del Sol que se suspira por verse” es fuerte y atrae, grandes distancias y vistas hermosas con caídas de atardeceres que son mágicas o salidas de Sol que son hermosas o vistas del cielo estrellado que son magníficas, y uno, ahí, en esa inmensidad donde el hambre y la miseria y la soledad y la resequedad, y la sed y la esperanza que se fuga, recorriendo, sin entender muchas cosas de esa tierra con magia y color, enamorado de la zona, y por ello, cuando ve uno las matanzas por un pedazo de tierra no lo entiende, hemos platicado con algunos grupos y cuando hablamos de las diferencias que traen a cuestas de años y las matanzas y odios entre ellos y proponemos alguna solución, los dos grupos de tatas mandones nos dicen: “ No pus no, la neta es que es cuestión de dignidad y no cedemos, mejor nos morimos” y así se mueren, y las mujeres y las madres que se van secando porque ya ni lágrimas tienen para sacar por cada hijo que se mata… y nadie hace nada, total, nos comentan algunos políticos y funcionarios: “ellos pelean por lo que creen y uno no se puede meter entre esos pleitos, porque lo más seguro es que no queda bien con ninguno y la muerte le espera en alguna emboscada, y los policías, se ven desde muy lejos, por la polvareda, y cuando llegan, no encuentran ni lagartijas, no hay nadie, y eso, les espanta”. Por eso la gente habla de que no tienen para el maíz, pero alguien les vende las armas, muchos, son soldados desertados que se robaron el arma y la saben utilizar y conocen los terrenos y aguantan frío o calor y no les tiembla la mano, otros, van buscando pedacitos de tierra para sembrar algo de café o marihuana o producir mezcal cortando los magueyes de varios tipos, y el que más nos gusta es el “coyote” y se les dice así porque son magueyes que no se encuentran juntos, sino, como los coyotes, cada uno por su lugar. Y ahí, en las chozas de carrizo, esperan las señoras con los niños moquientos y en la angustia o el hambre y la sed, sed de amor y de cariño, de palabras, porque en estas soledades la gente no habla, está mucho en silencio, como escuchando el viento y rezando por el agua y ahí, algunas van rompiendo el trigo en los troncos para hacer esas tortillas que son tan de allá y se comen como ellas: en la soledad.
Se escucha el hablar en mixteco, cantarín y con figuras en las manos o tejiendo o bordando o torteando o bebiendo un mezcal y se dejan pasar las horas lentas y los tiempos secos y todos esperan para el otro “entre”, para disparar, defendiendo terrenos que no valen ni producen nada, pero es por el honor y la vergüenza de dejarse doblegar con o por los otros, a pesar de que sean sus vecinos, pero ellos, son de otro lado, y así, puedo entender que en este estado pueden existir 570 municipios y muchos grupos que ni siquiera se entienden ni se hablan ni a señas y su resentimiento y odio lo reflejan contra ellos mismos y, sus espejos que son sus vecinos, y se matan, como quieren morir…. echando bala… y ¿el mezcal? pues para el valor y el dolor, para eso sirve, no más..
Ahora entiendo esas canciones de la Mixteca, con su dolor y su esperanza, con sus pies puestos en la tierra, con sus gritos de amor y desesperados, secos como su suelo y fríos como sus noches y susurrantes como sus vientos. Y en la nada, el grito de : “¡Que lejos estoy del suelo donde he nacido, inmensa nostalgia invade mi sentimiento, y al verme tan solo y triste como hoja al viento quisiera llorar quisiera morir de sentimiento” y así van muriendo muchos que tienen que salir para poder medio vivir, y cuando regresan a los años, como que todo sigue igual, con diferentes caras, con el mismo rostro fuerte y seco y arrugado y con el mismo silencio que solamente rompen los vientos o las balas, así se va muriendo en esas tierra secas y desoladas, polvosas, con horizontes inmensos y montañas lejanas, caminando con un mezcal en la mano y el corazón roto por el llanto…Sí: “que lejos estoy del suelo donde he nacido… inmensa nostalgia invade mi pensamiento y al verme tan solo y triste como hoja al viento, quisiera llorar, quisiera morir de sentimiento…” Pero, no te rindas…tienes que seguir caminando.