¿En el peor momento, el mejor gobierno?

“En el peor momento México cuenta con el mejor gobierno”, reza el nuevo eslogan de lo que sea que signifique la cuarta transformación.

 Ante la peor debacle económica de la que se tenga memoria y frente a la aplastante evidencia de los desastres sin parangón que marcan hoy día todos los escenarios posibles del ejercicio gubernamental, el discurso se antoja inverosímil y parece revelar una nueva fase de esquizofrenia política que ha perdido todo contacto posible con la realidad circundante. El Gran Mariscal proclama la victoria cuando su pueblo entero y sus ejércitos todos, yacen ensangrentados en el campo de batalla. De acuerdo con el historiador Carlo Cipolla, existen cuatro tipos de hombres: los incautos, que atraen el beneficio de los demás aún a costa de ellos mismos; los inteligentes, que procuran el beneficio propio y el ajeno; los malvados, que persiguen sólo su provecho personal, y los estúpidos, que hacen mal a los demás sin ningún provecho individual o incluso a expensas de un daño en el proceso. No anticipemos conclusiones, en este orden de ideas el actual gobierno pertenece claramente a la categoría de los malvados: El bien común ha quedado relegado a un segundo plano y sólo prevalece la ambición de poder. Ha logrado atrapar a un amplio sector de la población, especialmente vulnerable, al que ha convencido de la legitimidad de sus acciones mediante un barniz de buenas propósitos, que disfrazan su intencionalidad perversa y explotadora. Perversa, en tanto que las víctimas son incapaces de leer, en el marco de la desinformación o la ignorancia, las verdaderos intenciones ocultas en la narrativa política; explotadora, en la medida que se emplean tácticas y estrategias para ejercer el control, apoyadas en la vulnerabilidad de amplios sectores de la población, que instrumentalizan emociones o creencias básicas como el resentimiento social, el prejuicio, el odio, los nacionalismos, la reivindicación social, las ilusiones, el miedo o incluso la fe, para ejercer en el otro su dominio ilegítimo. No se trata de persuasión, sustentada en el conocimiento y basada en el respeto a la libertad que tiene el otro de creer o de actuar; se trata de reconocer los sentimientos del otro, no para entenderlos en el sentido de la empatía, sino para encauzarlos y aprovecharlos en beneficio del manipulador. Se trata en realidad de un acto deleznable que, aprovechándose del acceso preferencial al discurso público, revestido de demagogia y de mentiras, busca insertar en la mente de sus interlocutores los esquemas mentales deseados en provecho propio. De este modo, se consigue aparentar que es la voluntad popular la que rige las decisiones; pero éstas no se basan en el conocimiento popular, se imponen a partir de la desinformación y la ignorancia o, peor aún, valiéndose del rencor que el propio gobierno genera para promover la división y el enfrentamiento social; todo para situar al manipulador, en último término, en una posición de privilegio.

“En el peor momento, el gobierno de los malvados”

 

Dr. Javier González Maciel


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Médico cirujano, Cardiólogo intervencionista, Jefe de Hemodinamia y Titular de posgrado en cardiologia.