En su extraordinario libro “Biografía de la humanidad”, el filósofo José Antonio Marina y el historiador Javier Rambaud, postulan que la cultura no es sino un cúmulo de soluciones a los problemas estructurales comunes que aquejan a la humanidad.
En algunas épocas y latitudes, la convergencia de las mejores soluciones ha permitido al hombre construir esa realidad específica a la que aspira y en la que a todos nos gustaría vivir. Pero a decir de los autores, esos grandes momentos de la historia que suelen proyectarnos hacia adelante en el devenir evolutivo y que pueden traernos la anhelada felicidad, se ven a menudo obstaculizados por cinco grandes fuerzas que bloquean el avance y prefiguran el colapso y el retroceso social: el dogmatismo, el odio, la ignorancia, la pobreza extrema y el miedo
Cabe preguntarse ante esta perspectiva: ¿Hacia dónde marcha nuestro país? ¿Estamos viviendo, como se afirma, un proceso de cambio hacia un estado de bienestar? ¿Tenemos la posibilidad de romper con el pasado y establecer un nuevo orden más justo y reconfortante? ¿Nos adherimos realmente a las mejores decisiones en este gran plebiscito que es la historia? ¿Hemos eliminado en el horizonte de la nueva política los señalados obstáculos?
Todo parece indicar que transitamos por la senda incorrecta; las señales del desastre se antojan inequívocas:
El dogmatismo rampante de un gobierno acartonado, impermeable a la crítica y reacio a la rectificación, encasillado en principios ideológicos que considera inmutables, indiferente a la las lecciones de la historia, resistente al análisis racional, inconcuso ante el cuestionamiento.
El odio como bandera, la capitalización del rencor, el encono sembrado desde las cúpulas del poder, la instrumentalización del rezago y del resentimiento social, la profundización de las heridas, la obsesión por el pasado, el encauzamiento de viejos agravios al servicio de la venganza.
El imperio del miedo y la censura, de la descalificación y el ataque, de la criminalización del enriquecimiento honesto, de la ley aplicada a modo o sujetada al capricho de una multitud aleccionada. La condena que se fija desde el podio o el perdón que se otorga a conveniencia.
El encumbramiento de la ignorancia y el dominio de la mediocracia, el combate a la intelectualidad y el desprecio por la ciencia.
La pobreza extrema manipulada a placer, conveniente a la compra de voluntades, a la coerción política, al apoyo incondicional que se garantiza con la dádiva, que se empeña o se otorga para calmar el hambre.
En fin, el inevitable naufragio de nuestra historia.
Dr. Javier González Maciel
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