"Horroriza pensar que escritores españoles, creyendo mitigar con ellos los estragos de la quijotería, hanse tornado apologistas del grosero Panza, oponiendo su bastardo sentido práctico a los quiméricos ensueños del caballero."
José Ingenieros
En ocasión del 473 aniversario del nacimiento de don Miguel de Cervantes Saavedra, la Sra. Gutiérrez Müller felicitó en redes sociales a la gloria de las letras hispanas por "la maravilla de su narrativa y de sus personajes". Aprovechó para destacar (váyase usted a saber con qué propósito) un texto que reza: “Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es locura ni utopía, sino justicia”.
Me temo sin embargo señora Müller que está frase no aparece jamás en el Quijote, tal como lo señalaron numerosos expertos y foros hispanistas, en ocasión del 400 aniversario de la muerte del escritor en el 2016. Se trata de una más de esas numerosas frases y supuestas citas que “no pertenecen a la obra sino que son paráfrasis, mejor o peor redactadas, que se han ido extendiendo”. De hecho, la palabra utopía no aparece ni una sola vez en toda la obra. De cualquier manera agradezco su buena intención, porque me hizo recordar un suceso inolvidable en la novela, que guarda estrecha relación con el ejercicio de la autoridad y del poder. Me refiero al episodio donde Sancho Panza es nombrado, como parte de una broma cruel, gobernador de la ínsula de Barataria, con lo que al fin haría realidad su más grande sueño: Gobernar
Por supuesto, el infortunado Sancho, más proclive al servilismo y a los apetitos, tan burdo y rutinario como corto de entendederas, se sintió listo para la encomienda:
"...venga esa ínsula; que yo pugnaré por ser tal gobernador, que, a pesar de bellacos, me vaya al cielo". Y unos párrafos después afirma sin recato: "...yo imagino que es bueno mandar, aunque sea un hato de ganado".
Cuando se le hizo ver que para gobernar la ínsula era menester saber de armas y de letras, respondió sin dudarlo:
"Letras, pocas tengo, porque aun no sé el abecé: pero básteme tener el Christus en la memoria para ser buen gobernador."
Por cierto, este es un mal muy extendido en nuestros días. Cualquier palurdo infame imagina que conducir un rebaño de ovejas es lo mismo que gobernar una nación. Pero sigamos adelante. Al caer don Quijote en la cuenta de que Sancho asumiría tal cargo, le aconseja que se conozca a sí mismo y que actúe con prudencia:
"Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey." Aludía por supuesto a aquella fábula atribuida a Esopo, que nos recuerda los riesgos de pretender ser lo que no se es, un vicio muy arraigado en nuestros actuales gobernantes, que con facilidad se extravían en su soberbia y desmesura. Pero el asunto de los consejos no paró ahí:
"Si trujeres a tu mujer contigo (porque no es bien que los que asisten a gobiernos de mucho tiempo estén sin las propias) enséñala, doctrínala y desbástala de su natural rudeza: porque todo lo que suele adquirir un gobernador discreto suele perder y derramar una mujer rústica y tonta."
Por supuesto, gobernar al lado de una mujer virtuosa es mejor que hacerlo junto a una mujer imprudente, que esconde su rusticidad e ignorancia tras una fachada distinta. Pero vayamos adelante con las recomendaciones:
"Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico."
"Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre"
Parece recordar el Quijote a nuestros políticos que el buen gobierno se cimienta en la verdad y en los principios de igualdad frente a la justicia. El ejercicio prejuicioso del poder, el que se apoya en absurdas concepciones maniqueas que separan al mundo en buenos y malos, ricos o pobres, sesgando y obnubilando nuestra visión del mundo, está condenado al fracaso. De ahí su siguiente consejo:
" Cuando te sucediera juzgar algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria, y ponlas en la verdad del caso". ¡Cuánta razón la del hidalgo! La venganza es mala consejera porque nubla la mente y ensucia el alma. Quién busca dañar a su adversario, sin honrar la verdad, sin atender el imperio de la ley y la justicia, exhibe su ruindad y su mala cuna.
Para fortuna nuestra, Cervantes incluyó un capitulo adicional en el que señala los "consejos segundos que dio don Quijote a Sancho Panza":
"....no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles: que puesto que los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias." Nada más cierto: Hay que gobernar con la lengua conectada al cerebro, sin ocurrencias ni dislates; que es más sabio proceder con la razón y el buen juicio que con la falsa sabiduría del populacho.
Por supuesto, como le sucede a los políticos necios, sordos a toda recomendación o sabio consejo, a Sancho le sirvió de poco el señalamiento de su amo, pues tres segundos después volvió a la carga con sus insensatos refranes: "...yo tendré en cuenta de aquí en adelante de decir los que convengan a la gravedad de mi cargo: que en casa llena, presto se guisa la cena; y quien destaja no baraja; y a buen salvo está el que repica; y el dar y el tener, seso ha menester."
Pero señora Müller, dejemos esto para una charla de café. Ah, y un buen consejo para mis lectores: No pongamos en la boca del Quijote palabras que jamás pronunció.
Dr. Javier González Maciel.