Resultan sorprendentes los mecanismos cognitivos de los que tienen que echar mano nuestro inquilino de Palacio y sus incondicionales funcionarios para justificar, ante la opinión pública y ante sí mismos, algunos actos reprobables que por sus alcances, su naturaleza premeditada y su insólita perversidad, podríamos tachar de profundamente amorales, cuando no de francamente criminales. Tales actos, negados por sus artífices con
insultante desparpajo, suponen una desconexión moral y una reformulación ideologizada de conductas censurables que les permite, con descaro y desvergüenza, suprimir los sentimientos de culpa, la autocensura o cualquier asomo de empatía (habilidad imposible para algunas mentes estólidas que sólo se escuchan a sí mismas). No hay artimaña o artilugio al que no hayan apelado para minimizar o atenuar la infamia de sus acciones: ya encubiertas por un eufemístico con el que suavizan y esconden la vileza de su proceder, ya atribuyéndolas a las "presiones" oa las "exigencias" del momento, ya deformando la intencionalidad de su execrable conducta para dotarla de justificación moral o simular un comportamiento encomiable, ya negando o falseando las consecuencias y el impacto desfavorable de sus abominables determinaciones, ya diluyendo o desplazando la responsabilidad al más puro estilo de "Fuenteovejuna", para que nadie sea capaz de identificar al verdadero culpable, ya restándoles "humanidad" o "derechos" a aquellos que han sido afectados o victimizados por sus acciones. Tal disquisición resulta oportuna si consideramos las aberrantes e inmorales transgresiones al esquema de vacunación desde que arribo la sustancia biológica a nuestro país. A pesar de la recomendación universal y del consenso general que aconseja, por obvias razones, comenzar las acciones de vacunación por el personal sanitario de primera línea en la atención de los enfermos, comienza a vislumbrarse en la campaña un sesgo ideológico y electorero que, visto a detalle, oculta una intención canalla y despreciable. Me referiré en primer término a los llamados "Siervos de la Nación" (en su mayoría militantes de Morena), encargados del levantar el Censo del Bienestar del actual gobierno, que identifica y contabiliza a los beneficiarios de los programas y apoyos sociales de la actual administración (servidumbre que, por cierto, dista mucho del altruismo, pues recibe remuneración). A pesar de que su riesgo de exposición al virus no excede en ningún sentido el que rige para la población en general, fueron vacunados sin reservas, aun cuando el proceso de inmunización del personal sanitario está lejos de ser completado. Trascendió el día de ayer, por su parte, la investigación periodística de Azucena Uresti que dio a conocer la serie de llamadas telefónicas que, en los últimos días, efectúa la Secretaria de Bienestar a los beneficiarios del programa de pensiones para adultos mayores del gobierno federal , informándoles que se les aplicará la vacuna de manera anticipada, al acudir a las citas para el pago de sus pensiones. Es el carácter "sectario" y electorero de tales acciones lo que encoleriza e indigna, es el hecho de sustraer para garantizar adhesiones, las escasas dosis que en el momento actual de la pandemia no pueden destinarse a un uso distinto que el de la protección prioritaria del personal sanitario. Además de su carácter claramente extemporáneo, ¿Por qué limitar la vacuna a los adultos mayores afiliados al programa? ¿Son acaso ciudadanos de primera frente al resto de la población que pertenece a dicho intervalo etario?
Finalmente y con tintes muy cercanos a la conducta criminal, cabe destacar la flagrante exclusión del programa de vacunación del personal de salud, incluidos médicos, intensivistas, enfermeras, laboratoristas, camilleros, etc., que laboran en hospitales privados. ¿Cuál es el motivo de semejante "olvido"? ¿Son acaso médicos de segunda o fueron catalogados desde su deformada visión ideológica como "médicos quince"? ¿Se les considera acaso, por atender a un sector distinto de la población, los odiados protagonistas del "neoliberalismo sanitario"? ¿Son acaso indignos de ser vacunados por el hecho de ejercer la medicina privada o por conformar un gremio alejado de sus retorcidos ideales "populistas"?
Esta clase de distingos, este tipo de "selección" mal intencionada y perversa, surge sólo de una mente enferma, de una conciencia mezquina, de los más bajos fondos de la ambición y del poder.
Entre el 1 de agosto y el 2 de octubre de 1944, tuvo lugar el "levantamiento de Varsovia", una de las más valientes y heroicas acciones coordinadas de fuerzas militares y población civil en contra de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. La insurrección tenía como objetivo principal liberar a Polonia durante la retirada del ejército alemán, asediado desde el este por el ejército rojo. A pesar de que los soviéticos tenían la posibilidad de apoyar las acciones de la resistencia polaca, detuvieron sus fuerzas a orillas del Vístula para permitir que los alemanes masacraran sin piedad a la población civil, que fue asesinada en ejecuciones masivas o deportada a campos de concentración . Stalin, no mostró la más mínima intención de auxiliar al Ejército del Interior polaco, no sólo por su absoluta carencia de empatía, sino porque que era dirigido por un Gobierno anticomunista en el exilio. La catástrofe fue apocalíptica; el 90% de los edificios históricos fueron destruidos y sólo unos cuantos millas de personas sobrevivieron entre los escombros de la ciudad.
Nada más perverso que la desconexión moral de un gobernante criminal
Dr. Javier González Maciel
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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica , profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina