Alguien dijo alguna vez que la principal fuerza de los estúpidos es la perseverancia; insisten en su rigidez, persisten en sus sesgos mentales. Evitan a toda costa el consumo energético que suponen
los esfuerzos cognitivos; son perezosos, eluden la ruta de la reflexión y saltan a las conclusiones desde la plataforma de sus creencias, desde el trampolín de sus prejuicios. La estupidez es un atajo para ignorar los datos, para porfiar en la "certeza" de las torpes convicciones, para moldear el mundo a la medida del deseo; y es que pensar supone siempre un trabajo autocrítico, una humildad receptiva, una renuncia voluntaria a la presunción de infalibilidad, al convencimiento apriorístico de la superioridad de nuestras ideas. La estupidez, por el contrario, no abandona el guión, es sólida e inamovible, siempre sujeta a los corsés del fanatismo, siempre leal a los caprichos del dogma. No me extraña que no entienda, señor Obrador; no hay aprendizaje sin diálogo ni comprensión sin empatía. Su inteligencia mengua bajo la rigidez irreflexiva de sus amarras ideológicas, bajo la camisa de fuerza de sus repeticiones fanáticas. Sólo así se explica su indolencia, su lamentable narrativa, su intento vano por justificar lo injustificable, la pequeñez intelectual de sus infortunadas declaraciones, el galimatías impresentable de su discurso mañanero, su defensa a ultranza de un violador infame:
"Ahora con la simulación sobre el feminismo empiezo a escuchar: 'Rompe el pacto, rompe el pacto, rompe el pacto’. Les digo sinceramente, y no miento, me enteré de lo que era eso hace cinco días, porque mi esposa me dijo. Le digo: Oye, ¿qué es esto de 'rompe el pacto’?, explícame; y ya me dijo: 'Rompe el pacto patriarcal, o sea, deja de estar apoyando a los hombres’.
Pero yo, cuando se habla de 'rompe el pacto’, pues ya lo estoy rompiendo: el llamado Pacto por México, que no fue más que pacto contra México; o el pacto del silencio que establecieron los que reprimieron y desaparecieron a los jóvenes de Ayotzinapa, pacto de silencio; pero el otro pacto no.
¿Y saben qué sucede?
Que son expresiones exportadas… importadas, expresiones importadas, o sea, copias. ¿Qué tenemos nosotros que ver con eso si nosotros somos respetuosos de las mujeres, de todos los seres humanos? Pero también en eso se monta el conservadurismo.
El caso de Guerrero, con Félix, como es candidato, toda la oposición. Y lo dije desde el principio con mucha claridad: Que resuelvan los guerrerenses, las mujeres, los hombres de Guerrero y la ley, pero ¿por qué hacer mediático en todos los programas, todos los medios -con excepciones- acusándonos de estar en contra de las mujeres? Pues no. Nosotros estamos a favor de los derechos de las mujeres, baste decir que la mayoría de los servidores públicos del más alto nivel son mujeres y venimos de un movimiento donde siempre hemos respetado a las mujeres. ¿De cuándo acá los conservadores se vuelven feministas?"
No hay mayor vileza que justificar la infamia, que buscarle una salida negociada, desde los cotos del poder, a la indignidad y a la ignominia; es recrear la violación en la vileza del discurso. No señor Obrador, no se trata aquí de feminismos ni de cuotas de género: se trata de un crimen al amparo del poder, de su tolerancia cómplice y perversa, de su insensibilidad inaudita y su desprecio por el dolor; se trata de su incapacidad para entender el significado del sufrimiento, la impunidad que circunda a la violencia de género; se trata de usted, que a lomos de su despótica soberbia y su egoísmo sin límite, supone que las vejaciones, los actos sádicos y degradantes de control, las execrables manifestaciones de violencia que han denunciado en reiteradas ocasiones las ya múltiples víctimas de su despreciable protegido, no son sino una estrategia orquestada por sus fantasmales "adversarios", por los demonios del conservadurismo, por los espectros ideológicos que amenazan su existencia, que pueblan los delirios de su paranoica conciencia. Ni siquiera las víctimas han merecido para Usted el beneficio de la duda; factor suficiente sería la simple posibilidad de un acto cierto para movilizar nuestras conciencias, para sacudir desde sus cimientos nuestros principios morales, para suscitar el más elemental asomo de comprensión y de empatía.
Sexto Tarquinio, hijo del último rey de Roma Lucio Tarquinio el Soberbio, se encontró una noche con Colatino, marido de una bella mujer de nombre Lucrecia. Pronto, afectados por los vapores del vino, comenzaron a discutir cual de sus respectivas esposas era la más virtuosa. Con la intención de comprobarlo, decidieron tomarlas por sorpresa. La mujer de Tarquinio se encontraba disfrutando de un banquete, mientras que Lucrecia, más discreta y recatada, hilaba junto a sus criadas en el salón de su casa. La mujer de Colatino atrajo así la atención de Tarquinio, que decidió presentarse más tarde para colarse en los aposentos de Lucrecia. Puñal en mano la amenazó de muerte si no accedía a sus lascivos deseos. Al ver que poco importaba la muerte a Lucrecia, la amenazó con asesinar a su esclavo y dejarlos a ambos desnudos en su lecho con el fin de acusarla ante su padre y su esposo de una supuesta deshonra. Lucrecia acorralada, fue brutalmente violada. Ante la vejación a manos del hijo de un rey y tras revelar el crimen a su esposo y a su padre, Lucrecia se quitó la vida clavándose una daga en el pecho.
El cuerpo ensangrentado de la víctima fue expuesto por las calles de Roma, y horrorizados por la violación, el pueblo y el ejército forzaron el exilio del rey y de sus hijos, lo que dio fin a la monarquía y marcó el inicio de la República.
El sufrimiento de una mujer, señor Obrador, puede cambiar la historia del poder.
Dr. Javier González Maciel
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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina