Como en un viejo circo de pueblo, grisáceo y polvoriento, donde el famélico león se duerme frente al domador, el payaso causa lástima, y el presentador con su viejo saco
roto, grasiento y ajustado, anuncia con el redoble de un tambor el espectáculo "nunca antes visto" de tres sarnosos y malolientes perros que, con ridículos faldones, saltan torpemente a través de unos aros, presenciamos día con día la impresentable "mañanera": esa representación ruin y deplorable de burda propaganda electorera donde el Inquilino de Palacio se dirige a su grey. Triste farsa, fallida comedia de pifias y equivocaciones donde nadie ríe las ocurrencias del bufón, interminable y desordenado monólogo que fluye soporoso entre los bostezos de la concurrencia. Pero nada importa el resultado mientras el pueblo celebre complacido el arribo de la feria; espectáculo lastimoso y lamentable, pero efectivo. Ahí emerge el discurso que acicatea los instintos, que infiltra como una gota sobre la piedra el inconsciente de la masa, que alimenta el odio y el desprecio por el "opositor", por el "malévolo enemigo" del bienestar y del progreso, que no es otro sino "yo", "usted" o cualquiera que se oponga a los caprichos de su líder. Tramoya discursiva del más burdo teatro manipulativo. Pero cada función cumplirá su propósito, calará profundamente en el destinatario para la que fue confeccionada: ¡Qué lamentable contemplar cómo se instrumentaliza la ignorancia, el rezago de las masas, su vulnerabilidad intelectual, su credulidad ciega ante el que ofrece una esperanza! Pero el manipulador lo sabe: "La masa es siempre intelectualmente inferior al hombre aislado" como declaró alguna vez Gustave Le Bon en su Psicología de las masas; de ahí que pueda ser dirigida, sugestionada, "utilizada" con fines perversos a través de los afectos, del odio, el resentimiento o el impulso. Basta con crear el vínculo identitario, la trampa "representativa"; adoptar su lenguaje y su voz, plagar el discurso con expresiones del "pueblo", rebajar el lenguaje, degradarlo a su mínima expresión; infantilizar al oyente y hablarle desde el paternalismo, como si fuera un idiota o un deficiente mental, neutralizar su capacidad crítica, transmutar la "antipatía o la desaprobación" hacia los adversarios del líder en "odio y estallido". El sentido de pertenencia hará el milagro, convertirá a la masa en una fuerza moldeable: "Un individuo en una masa es un grano de arena entre otros granos de arena que el viento arremolina a su voluntad". Ante el individuo pensante esgrimirán la evasión, los "otros datos", la mentira artera; la masa es la que importa, ahí florecerán las semillas del engaño, ahí rendirá frutos la dádiva tramposa que alinea las voluntades, mientras el líder destruye sus posibilidades de progreso. Vale la pena reproducir las palabras de Le Bron; "Por el simple hecho de formar parte de una masa organizada, un hombre desciende varios peldaños en la escala de la civilización. Aislado, es posible que sea un individuo cultivado; en una masa será un bárbaro, esto es, una criatura que actúa por instintos. Poseerá la espontaneidad, la violencia, la ferocidad y también el entusiasmo y el heroísmo de los seres primitivos a los que tenderá a parecerse cada vez más por la facilidad con la que se dejará impresionar a través de palabras e imágenes". Así, el discurso rudimentario y barriobajero de nuestro Inquilino de Palacio, tachonado de descalificaciones, disparates y ocurrencias, a mitad de camino entre la "charla cantinera", la "homilía moralizante", "el manifiesto comunista" y el disparate "cantinflesco", no es para "usted" ni "para mí", ni para ningún otro que se atreva a cuestionar la farsa desde el pensamiento y la argumentación; es tan sólo un ejercicio doctrinario, un instrumento de control y de aleccionamiento dogmático, una plataforma publicitaria y electorera, una trampa rudimentaria y programada que amalgamará las consignas, que dictará las reacciones, que "programará en la mente de las masas las conductas y las "convicciones" que aprovechan al líder. ¿Y la pobreza rampante, los feminicidios al alza, el desplome de la economía, la desintegración del sistema de salud, los muertos ocasionados por la mala gestión de la pandemia, la violencia galopante, el raquitismo maligno de las instituciones educativas, la preocupante militarización del país, la opacidad en asignaciones y en obra pública, la estrepitosa caída de la inversión privada, lo mediocracia insultante, los neanderthales que entre gritos y escupitajos imponen su ley, los violadores e iletrados que hoy ostentan los puestos de poder, la estratosférica deuda de petróleos mexicanos, la nueva élite que al más puro estilo de la "nomenklatura" stalinista disfruta de la riqueza y de los privilegios de "servir a su pueblo"? Poco importan; en el imaginario colectivo, en la mente debilitada de las masas resentidas, son invenciones perversas de un "complot neoliberal", un ataque concertado por la antigua oligarquía.
Pero silencio: ¡El payaso ha ocupado su sitio y la función va a comenzar!
Dr. Javier González Maciel
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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina