El reciente viaje que hizo el hijo de nuestro inquilino de Palacio a las montañas nevadas de Aspen Colorado, no es reprochable en sí mismo, más aun cuando el dispendio y el ostentoso derroche monetario, fue sufragado con los recursos... de este exitoso empresario que, haciendo gala de
su "talento y prestancia", encontró la fórmula del enriquecimiento rápido tras su reciente incursión en el negocio de los chocolates; pero en plena pandemia y condimentado por el discurso paterno sobre la austeridad republicana resulta, por decir lo menos, desafortunado:
" [...] Nosotros en general tenemos que buscar la austeridad, comprar lo que necesitamos, no consumir de manera enfermiza, si ya tenemos zapatos ¿para qué más? si ya se tiene la ropa indispensable, sólo eso; si se puede tener un vehículo modesto para el traslado, ¿por qué el lujo? Claro, somos libres, pero ya no es el tiempo en que como te veían, te trataban; ahora es al revés, ve uno a una persona así muy extravagante y hasta se aleja uno. [...] Sí a la austeridad republicana y esto, repito, tiene que ver también con el gobierno. La austeridad no es un asunto administrativo, es un asunto de principios, no puede haber gobierno rico con pueblo pobre"
La disonancia es evidente: No hay moral sin congruencia ni ética "a conveniencia". Toda moral moldeable, ajustable a las circunstancias y a los implicados, es tan solo el estigma de la falsedad, el distintivo inconfundible del fariseísmo. La hipocresía es la mordaza que asfixia la dignidad, la máscara en el rostro de un espíritu pusilánime que carece del coraje para asumir la verdad; mojigatería desmesurada que recrimina con liviandad, que señala con dedo flamígero la mácula ajena para regodearse luego en el fangal de los cerdos. Pecar en el hacer y predicar en el decir, disfrazar de ingenio la astucia embustera, de pureza la vacilación timorata, de cautela la planificación mentirosa. Toda hipocresía se asienta en el engaño y prospera en la insinceridad; es la certidumbre íntima de la podredumbre inconfesa, el abono pútrido y maloliente en que florece el engaño, la conspiración silenciosa, el aguijón que se oculta en las sombras para inyectar su ponzoña. La hipocresía no escatima en el disfraz; parodia la santidad, engalana su deshonestidad con ardides y artimañas hasta lograr la apariencia de un monje franciscano. Nada más repulsivo, señor presidente, que su moral acomodaticia, desmesurada en el consejo, implacable en la condena, inquisitoria en el señalamiento pero rastrera en el engaño; grandilocuente y ceremoniosa como el sermón de un borracho, ostentosa en la virtud y subrepticia en el pecado. Heredaremos el legado de sus códigos huecos, de sus máximas frívolas, de sus preceptos insulsos de detestable gazmoñería; biblias de banqueta, panegíricos del cinismo, epítomes de la falsía y del simulacro moral.
La élite de funcionarios y políticos del antiguo régimen soviético surgida bajo la dictadura estalinista, es conocida como la "nomenklatura". Sus integrantes, pertenecientes casi en su totalidad al Partido Comunista Soviético, ostentaron condiciones económicas y sociales muy superiores a las del resto de los soviéticos. Se trataba en realidad del funcionariado dirigente, de los altos cargos de mando en la dirección y en la administración de la economía, en las universidades, en las fuerzas armadas o en la gestión de los servicios públicos. Esta nueva burocracia conformaba un grupo cerrado, una élite política que sin poseer los medios de producción, como sucede en el seno del capitalismo, lograron el control absoluto sobre la administración del Estado. Nada importaban los méritos sino la subordinación incondicional, el clientelismo y la lealtad política. Pero escalar en la "nomenklatura" representaba claros dividendos; privilegios materiales (alimentación, vivienda y bienes suntuarios) inalcanzables y vedados para el resto de la población. En la práctica, una traición flagrante al concepto marxista de la sociedad sin clases, en el fondo, la doble moral de los hipócritas.
Les dejo saludos.....me voy a Aspen, pero con el producto de mi trabajo honesto.
Dr. Javier González Maciel.
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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina