No hay escalada hacia el progreso sin el peldaño de la educación. Más allá del adoctrinamiento que ha caracterizado los actuales regímenes populistas latinoamericanos, empeñados en disfrazar de conocimientos imparciales y objetivos sus
acartonados sesgos ideológicos, la verdadera educación es siempre crítica; ejercicio de humildad, espacio abierto para el análisis, el pensamiento y el replanteamiento de las propias creencias. La obstinación doctrinaria asfixia el razonamiento, cierra sus puertas al cuestionamiento y a la duda, abandona la reflexión y el ejercicio crítico con miras a la imposición; falacia ad hominem que ignora la argumentación, rígido monumento en el pedestal de la fe, certeza emanada de la confianza ciega, de la credulidad visceral en el agente que adoctrina. La educación, por el contrario, transita siempre por la ruta de la autonomía; tal como lo señalara Jacques Delors en su famoso informe a la UNESCO, supone adquirir los instrumentos mismos de la comprensión, tener la posibilidad de influir favorablemente en nuestro entorno, participar en nuestra sociedad y cooperar con los demás en el marco del reconocimiento y del respeto por los otros y, finalmente, adquirir un nivel de desarrollo personal que nos dote del sentido crítico y del pensamiento propio que permite a los seres humanos elaborar sus propios juicios y decidir qué es lo que deben hacer en las diferentes circunstancias de la vida: Así, "aprender a conocer", "aprender a hacer", "aprender a vivir con los demás" y "aprender a ser", son conocidos desde los planteamientos de Delors, como los "cuatro pilares básicos de la educación". Pero hay algo más a mi juicio, una habilidad superior sin la cual ninguna forma de educación tendría sentido, la antítesis del adoctrinamiento, el fin último, el corolario de toda educación y de toda forma de aprendizaje: El logro de la libertad. Un pueblo sin educación es esclavo del prejuicio, víctima pasiva de la manipulación, perro faldero de caudillos doctrinarios, sombra sumisa sin voluntad ni autonomía. Nuestro Inquilino de Palacio parece saberlo: Apuesta por la ignorancia, el adoctrinamiento y la miseria, fértiles campos de la sumisión, la perpetuación en el poder y el dogmatismo. Así, mientras la inversión en educación y en salud de los mexicanos recibió 2.6 pesos por cada 100, la industria energética, pilar de su anacrónica visión de crecimiento y de su errada concepción de soberanía nacional (que su atrófico intelecto confunde con autarquía), recibió poco más de 76 pesos de cada 100 invertidos por el gobierno federal. De igual modo, el gasto programable del sector público cayó en términos reales un 5.3% en el 2019, respecto del 2018, ubicándose como el más bajo en la última década. Para el 2020, el gasto en educación se ubicó como el segundo más bajo desde el 2011. Pero hay dos puntos adicionales con un significado aun más perverso y peligroso; la pretensión de elaborar en tan solo dos semanas 18 libros de texto para nivel primaria en medio de una gran opacidad, con la colaboración abierta y no remunerada de maestros, jubilados, diseñadores, becarios y público en general, que recibirán exclusivamente una constancia y un ejemplar como "premio". Sin indicios de quienes serán los especialistas que integrarán los comités evaluadores, qué tipo de capacitación recibirán los participantes, cuál es la profundidad y el alcance del rediseño o cuáles serán los contenidos incluidos o eliminados en los nuevos textos, todo parece apuntar a un nuevo simulacro, a una abyecta estratagema populista para lograr el aval "popular, magisterial y social" que justifique ante la democracia la difusión de contenidos "doctrinarios" convenientes al régimen, impregnados por toda clase de sesgos ideológicos, dispuestos a reformular el conocimiento o a reescribir la historia a conveniencia de sus intereses: No resultan así extrañas las declaraciones de nuestro Inquilino de Palacio en su visita a Ayoxuxtla, Puebla: "Los teóricos de los oligarcas cambiaron los libros de texto porque querían que nos olvidáramos de la historia [...]. Cambiaron hasta los contenidos de los libros de texto, quitaron el civismo, quitaron la ética, entonces, con el triunfo de nuestro movimiento va pa´tras ahora".
La "educación" en el tercer Reich, fue el instrumento empleado por Hitler para inculcar a los alumnos la visión nacionalsocialista del mundo, para exaltar a la raza "aria", para denostar a los judíos que junto con los pueblos eslavos no eran sino razas "bastardas, parásitas, incapaces de crear una cultura o una civilización". El sistema escolar de los nazis expulso de su seno a todos aquellos maestros de origen judío y a todo aquel que no mostraba una lealtad absoluta al régimen, e incorporó a la Liga de Maestros Nacionalsocialista al 97% de los maestros de las escuelas públicas. Los nuevos libros enseñaban el amor a Hitler, la obediencia incondicional al Estado, la superioridad del pueblo alemán, el racismo y el antisemitismo. Uno de los libros de texto enseñaba a los alumnos: "La nariz judía es torcida en la punta. Parece el número 6"
No hay peor crimen que el adoctrinamiento, la sujeción de la libertad a los caprichos de un tirano. Para Obrador es ahora o nunca: restablecer la ignorancia, desterrar el pensamiento crítico, eliminar del panorama el pensamiento autónomo y, en último término, socavar el bien supremo de la educación: La libertad.
Dr Javier González Maciel
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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina