“Elegir la víctima, preparar minuciosamente el golpe, satisfacer una venganza implacable y luego irse a dormir... No existe nada más dulce en el mundo.”
(Stalin a Dzerjinski y a Kamenev, en una noche de verano de 1923).
Entre el 2 y el 13 de marzo de 1938, en el Colegio Militar de la Corte Suprema de la Unión Soviética, tuvo lugar una de las más grandes farsas judiciales que haya conocido la historia; en realidad, la escenificación grotesca de uno de los juicios que formaron parte de las campañas de represión y de persecución políticas implementadas por Stalin para consolidar su poder, conocidas como la Gran Purga, y que cobrarían la vida de más de un millón y medio de personas. Los acusados incluían prominentes líderes revolucionarios, médicos, comisarios políticos, cuadros intermedios del partido y a uno de los compañeros de lucha más cercanos a Stalin: su querido e inseparable camarada Nikolái Bujarin, quien se atrevió a contradecirlo, por lo que fue incluido de inmediato en el listado de sus adversarios y, con la ayuda de la propaganda, acusado de "desviacionismo de derechas". Los acusados se encontraban sentenciados de antemano dada la cercanía y la estrecha relación que el juez y el fiscal mantenían con Stalin; sobre los "enjuiciados" pesaban graves delitos incluidos alta traición, espionaje, terrorismo, sabotaje, conspiración para desarticular el poder soviético, ayudar a potencias extranjeras en ataques a la Unión Soviética o promover sublevaciones internas. La tortura o las amenazas directas a la integridad de sus familias, se encargaron de que todos aceptaran su culpabilidad. La sentencia no se hizo esperar; debían afrontar la pena máxima. El juicio-espectáculo fue un mero formulismo con sentencias pactadas y el fiscal se referiría finalmente a los sentenciados como un "montón de basura humana maloliente".
Ahí donde la justicia, la neutralidad y la necesaria independencia judicial se pliegan ante las necesidades, las ambiciones, los dogmatismos o los caprichos del poder político; ahí donde se deciden los destinos del otro al margen de los hechos, de las leyes y de los procedimientos; ahí donde se inclina la balanza bajo el peso del prejuicio, la conveniencia, el odio, la venganza, la manipulación o la difamación: ahí donde el que juzga se deshace de la venda de Temis y, olvidándose de la imparcialidad y de la indispensable equidad, blande con intencionalidad su espada "justiciera", nada le queda a la sociedad sino la desprotección y la inequidad.
La gran tragedia del metro, la muerte de decenas de inocentes construida desde la corrupción, la negligencia, la ineptitud y la impudicia es cosa juzgada. El culpable "a conveniencia", el "camarada Bujarin" ya ha sido señalado; al margen de la evidencia, de los anunciados peritajes y sin la participación siquiera de aquellos en quienes recae, por derecho, la impartición de la justicia, la diputada de Morena María de los Ángeles Huerta señaló que "las fallas fueron originadas por la falta de mantenimiento después de la puesta en servicio y que eso fue responsabilidad del senador Mancera", exjefe del Gobierno capitalino y actual senador, lo que fue secundado por sus secuaces partidistas que pidieron a Mancera que colabore con las investigaciones sobre el colapso. Nada más predecible; el amigo "Bujarin" debe ser fusilado para salvaguardar la integridad y la honorabilidad del partido. Por supuesto, no hay cabida para otras indagatorias. Así, los grupos parlamentarios de Morena y el Partido del Trabajo rechazaron la creación de una Comisión Especial Plural de Seguimiento a las Investigaciones del Accidente Ocurrido en la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México y la comparecencia de Marcelo Ebrard por su presunta negligencia.
En el silencio de la sala, ya con el acusado en el banquillo, los fiscales profirieron su sentencia: Ahí donde solo deberían escucharse los reclamos de justicia, donde cada víctima debería de mover las almas y las conciencias al margen de partidismos o de conveniencias políticas, calificaron la petición de "política carroñera"
¡A nadie parece importarle algo más que su pellejo!
Dr. Javier González Maciel
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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina