En al ámbito estrecho de la mezquindad, no hay espacio para la bondad: A lomos de su intencionalidad utilitaria, de su voracidad egocéntrica y cruel, el mezquino atropella, jibariza, pisotea, escatima, deambula indiferente sobre el dolor de los demás.
Pronto a extender la mano ante el fulgor de los réditos, se abre paso con los codos, soslayando las iniquidades de su ambición desmedida. Desconoce el valor de la retribución, el sentido del resarcimiento, la nobleza de la gratitud, la magnificencia de la generosidad; replegado en sí mismo, atrapado en la retórica hermética del egoísmo y la autocomplacencia, rechaza la compasión, ignora la empatía, despreciando por igual la entrega o la renuncia, el desprendimiento o la indulgencia. Así, en el mundo solipsista del narcisista y del mezquino, se difuminan los demás, se desvanece poco a poco la presencia de los otros, devenidos en objetos, transformados en "cosas", en meros instrumentos de sus caprichos y pretensiones. Insensible al sufrimiento ajeno, justificará la estela cruel, el daño colateral, el mal necesario de su "infalible" trayectoria.
En uno de los puntos más álgidos de esta infausta pandemia, tras la muerte de casi 900 niños a consecuencia de la covid 19; cuando intentamos mitigar el miedo de nuestros hijos, detener la cadena de transmisión del virus y lograr la pretendida inmunidad de rebaño; cuando contabilizamos casi 90,000 niños contagiados en el marco de una enfermedad prevenible y mitigable; cuando la enfermedad en los niños expone a los adultos vulnerables al contagio y a la muerte; cuando numerosos países en el mundo se han unido a la vacunación de los pequeños; cuando el fallecimiento de un solo niño implica una vida segada de raíz y decenas de años perdidos por su muerte prematura; cuando la vacunación es un derecho universal de la infancia y una obligación irrenunciable del Estado; cuando se ha demostrado una y otra vez la inocuidad de la vacuna en la niñez; cuando un derroche de "austeridad" imbécil pone en juego la salud de nuestros hijos, ¿puede haber una muestra más reprochable de vileza y mezquindad extrema que la incomprensible negativa de nuestro intento de presidente de vacunar a nuestros pequeños? ¡Despliegue inaudito de ignorancia y de ruindad justificado sin recato por medicastros sin escrúpulos!
¡No señor Obrador!: No se trata aquí de pretensiones conservadoras o de intereses ocultos. ¡Se trata de las vidas que minimiza y desprecia, de su ruindad intolerable, de su inocultable mezquindad!
Dr. Javier González Maciel
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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina