En el lenguaje del populismo no figura el argumento; apartado de la fundamentación, de la lógica convincente, de la ciencia y la evidencia, se ancla en la
posverdad, en los efectos subjetivos de las expresiones formularias, en la dramaturgia falsaria del victimismo y del despojo. Huérfano de razones, plagado de clichés ideológicos, incapaz de abandonar sus refugios doctrinarios, el discurso del populista apela a los afectos, a la subjetividad de las creencias, a la naturaleza pétrea de los reduccionismos y el prejuicio; elude la conciencia y evade la disertación para burlar el filtro crítico de la evaluación pensante. Manipular las presunciones, instrumentalizar el odio y los rezagos, reafirmar en el imaginario colectivo la dialéctica populista del opresor y el despojado, genera la bipartición buscada, el enfrentamiento irreconciliable entre el pueblo y sus "adversarios", el aura de credibilidad y la presunta representatividad popular que envuelven al manipulador, el vínculo indisoluble entre la masa y su líder. Así, la veracidad en el discurso resulta innecesaria; Se miente con cinismo, se falsea la realidad con absoluta impunidad. La congruencia racional, la solidez argumentativa, la consistencia entre el decir y el actuar, la riqueza discursiva que esclarece y dilucida, son atributos desechables, ornamentos fatuos, apéndices prescindibles. A lomos de un simplismo que raya en la idiocia, de un lenguaje estereotipado, ramplón y doctrinario, la palabra del populista es una lanza envenenada, un dardo mortal: vehículo para la descalificación, pretexto para la calumnia, oportunidad para la injuria: Donde las ideas son cortas, la lengua es larga. Así, nuestro Inquilino de Palacio, el inútil parlanchín de lo superfluo y de lo irrelevante, intenta llenar el espacio con su diarrea verbal, capturar la atención del oyente con los espasmos incontrolables de su imbecilidad discursiva.
Así, mientras el mundo se lamenta por las atrocidades de Bucha, mientras la violencia sin freno se adueña de nuestras calles, mientras niegan a nuestros niños la protección de una vacuna, mientras los familiares y allegados de nuestro cínico profesional se revuelcan con descaro en el estercolero de la corrupción, nuestro aprendiz de dictador, nuestro mesías tabasqueño, sólo se ocupa de "lo relevante", de "lo trascendente", de las "soluciones de fondo": La revocación de mandato, los arteros ataques de la prensa conservadora, las agresiones de los pseudoambientalistas a su proyecto estrella, el penacho de Moctezuma, o la carrera presidencial de "Chumel Torres"
¡Nada más peligroso en un idiota que alcanzar el poder!
Dr. Javier González Maciel
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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina