Semana de intensos errores, días incómodos y de descontrol.
El presidente se ha equivocado gravemente. Perdió el control de la agenda nacional desde que le estalló sorpresivamente el asunto de la casa en Houston de su hijo José Ramón. Las justificaciones han sido débiles y ausentes de credibilidad.
Ya había esquivado testimonios de Manuel en efectivo de sus cercanos, simplemente se deslindó y se hizo a un lado como cuando le publicaron las fotografías a comparando a la pareja Abarca en Iguala. Pero en estos últimos días, con los asientos, Zaldívar, Lozoya, #narcopresidente, la caída en encuestas de Sheinbaum y las divulgaciones del New York times, han dejado a la vista un personaje iracundo, rebelde, amargado y contestatario.
Está irritable. De cualquier forma desde esa máxima tribuna “gobernar” así es de altísimo riesgo. Ya no fémina la razón sino el enfrentamiento. Le he escrito y lo sostengo, amlo no termina de ser activista y se le olvida que es presidente. Hay formas y modos diplomáticos para enfrentar crisis pero lo cierto es él quien la ha motivado.
Habla de una nación. Democrática, libre y soberana sin embargo su personal injerencia nos ha envuelto en problemas con Estados Unidos, España, el Vaticano, Perú, la ONU, la OEA, es capaz de poner en “pausa” nuestra relación con otros gobiernos o descalificar sus esquemas democráticos internos.
Se enfada por un texto del NYT, se sube a la tribuna pública para poner en peligro la integridad de periodistas, empresarios y opositores políticos. Pero sus injurias e insultos nos afectan a todos los
mexicanos por varias razones: multiplica la violencia, radicaliza, demerita nuestra imagen internacional, genera desconfianza, siembra divisiones, le califican como “perdona non grata”.
Su simpatía y alianza con tiranos y dictadores dista mucho de su presunción de demócrata. Deja en abandono al sistema de salud del país para siempre socorrer a los cubanos incluso con alimentos y combustibles.
Y aquí es notoria la tibieza y apatía del Senado y la complicidad de los diputados. Ellos, todos, tendrían que manifestarse en contra de estas arbitrarias actitudes presidenciales y exigir el reacomodo de la infraestructura nacional, las aclaraciones claras sobre los vínculos de Morena con el crimen organizado y acabar en serio con una galopante corrupción que nos está demeritando como nación.
AMLO acostumbra esconderse cuando se siente arrinconado, es para no “lastimar a la investidura presidencial”, por su incultura rehuye a los debates, toma “su”tribuna -las mañanaeras- para indultar o premiar a quien se le antoje sin permitir réplica más que de sus paleros, a los profesionales de la información los arroja al desprecio. amlo debería abriría una sección en sus charlas tempraneras que reconozca sus errores pero más importante, que los corrija de lo contrario será él si un expresidente llevado a juicio y no precisamente de la historia.