Así rezaba el lema que utilizó José López Portillo cuando contendió por la presidencia de la República en 1976. Fue el paroxismo de la retórica tricolor que reflejaba el auge del llamado "Estado de Bienestar" dentro de lo que se conoció como el "Desarrollo Estabilizador". José López Portillo hizo campaña por un año entero, visitando todos los rincones del país para dar a
conocer la nueva realidad del México triunfante de los mejores tiempos del partido de estado. No hubo oposición pero era necesario hacerlo para que la gente conociera al elegido, al que gobernaría los siguientes seis años y el encargado de seguir edificando ese México al que aspirábamos todos. Claro está que seguimos aspirando a ese México que tanto nos han prometido en los discursos y del que alguna vez el señor López Portillo dijera a los cuatro vientos que nos preparáramos para administrar la abundancia. Después compartiríamos la frustración.
Nuestra realidad fue la misma desde que los gobiernos de la posrevolución surgieron para reconstruir al país después de 10 años de cruentas luchas intestinas. De ese episodio surgió el mal llamado Estado Moderno que poco tiene de eso y mucho de injusto cuando el lema ha sido la justicia social. De ahí surgieron los bandidos que se convirtieron en héroes: Francisco Villa y Emiliano Zapata, esos que ahora emulan aquellos que desde la clandestinidad quieren cambiar para seguir empeorando. Esos que ganan cuando más de 120 millones de mexicanos padecen crisis. Esos que predican la reivindicación de los desposeídos pero a los que observan como simples compradores de esperanza. Esos a los que las prédicas de mejores condiciones de vida los despiertan para después volver al sueño amargo de la desesperanza.
Como señalaba el lema del señor López Portillo: la solución somos todos. Pero es algo que los mexicanos no hemos entendido a cabalidad porque no valoramos los alcances que una sociedad organizada puede tener. Para decirlo de otra forma, si en México tenemos políticos del tercer mundo, es porque nuestra sociedad es de tercer mundo. Estoy seguro de que si la sociedad se organizara y castigara a quienes no le cumplen, a quienes sustraen recursos públicos en su beneficio personal, a quienes privilegian los intereses personales o de grupo sobre los interese colectivos, a quienes se dedican al que debiera ser el ejercicio profesional más noble: la política, y traicionan sus promesas y la confianza de los hombres y mujeres de este país, las cosas serían de otra forma.
Una sociedad organizada no puede ser detenida por nadie por muy encumbrado que sea. El problema es que necesitamos entender que la solución somos todos, que es válido que tengamos convicciones políticas y preferencias partidistas, pero que también nos acostumbremos a castigar a quienes no cumplan lo que ofrecieron en campaña provengan de donde sea y del partido que sea, a quienes se roben nuestro dinero, a quienes se enriquecen de forma grosera, a quienes no se comprometen con nosotros, a quienes son ineficientes e ineficaces, a quienes desde el poder prefieren mantener su lealtad y fidelidad con las complicidades de grupo. Eso es lo que no debemos tolerar, eso es lo que nos tiene que unir para que de verdad la solución seamos todos. ¿Es mucho pedir? Cuando nos enseñemos a compartir responsabilidades, otro país nos espera. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.