Hace pocos años hablábamos de la posibilidad de que México se colombianizara, pero creo que hemos rebasado con mucho los horrores que se vivieron en la nación sudamericana. México nunca será igual que Colombia, pero pocos han sido los casos donde los narcos mexicanos han intentado silenciar a los gobernantes. Nuestro problema ha sido que en algunas ocasiones
nos hemos acostumbrado a esa violencia y a observar cuerpos desmembrados por doquier, cabezas en hieleras, descuartizados en maletas y bolsas de plástico, y a encontrar de vez en cuando una que otra cosa con decenas y hasta cientos de cadáveres. Ésa es la crudeza de nuestra realidad y muchos meses y años han sido la cotidiana noticia. No existe un rincón del suelo patrio que no haya sido manchado de rojo y marcado por la violencia de las bandas criminales, aunque algunos estados la hayan concentrado producto de su cercanía con la frontera norte del país, o por las facilidades encontradas por los crimínales para el trasiego y control de los territorios.
Las policías se nos volvieron obsoletas por su impericia ante la agresividad de los criminales y la ferocidad de los sicarios. México se tiñó de sangre y sigue envuelto en el caos de la violencia. Los 43 normalistas de Ayotzinapa que desaparecieron en Iguala y que presuntamente fueron victimados por sicarios pertenecientes a la banda delincuencial "Guerreros Unidos", marcaron el inicio de una embestida hacia las estructuras gubernativas de los tres órdenes de gobierno por diversos sectores estudiantiles, y grupos organizados que se distinguen por su excesiva violencia y destrucción. Pero también hay que señalar que existen grupos de ciudadanos y estudiantiles que han optado por la protesta pacífica marchando en silencio, encendiendo veladoras y organizando cadenas humanas dentro de los campus de estudio.
Los más violentos están muy identificados por las estructuras gubernamentales y por los ciudadanos. Los miembros de la Coordinadora de Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero han marcado el ritmo de la violencia y la impunidad quemando instalaciones gubernamentales, causando caos carreteros, vandalizando las sedes de los partidos políticos, tomando palacios municipales y hasta evitando que entren y salgan los vuelos al Aeropuerto Internacional de Acapulco. Desde luego que los normalistas participan con ellos porque tienen el mismo origen y la misma finalidad. La ley ha brillado por su ausencia, y no es que los gobiernos pequen de timoratos, sino que, en aras de no calentar más el escenario, los tres órdenes de gobierno han tenido que apechugar y asumir el costo del reclamo ciudadano antes que enfrentar y confrontar a los provocadores.
Con todo ello, el desgaste social del país entero ha resultado abrumador. De seguir la impunidad y la carencia de tamaños para imponer el estado de derecho no faltará quien intente vengar los excesos cometidos atentando contra la vida de algunos manifestantes. Por muy grave que se considere un escenario como el que describo, es lo que esperan los rijosos para subir aún más el tono del reclamo. Para decirlo claro y conciso, a los normalistas, maestros y grupos anarquistas les urge uno o varios muertos para incendiar al país. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.