El Partido de la Revolución Democrática no sabe hacia dónde caminar porque hace varios años perdió el rumbo y no atina hacia donde dirigirse. El proyecto se quedo abandonado en el camino cuando la mayor parte de sus dirigentes
decidieron olvidarse de sus orígenes y esos anhelos que tanto tiempo albergaron, para dedicarse con mayor ahínco a la acumulación de capitales. Desde que alcanzaron su máximo logro, dejaron de luchar por mejores condiciones de vida para aquellos que lo conformaron en sus inicios. La Ciudad de México fue el colofón y la principal fuente de esas riquezas que muchos detentan de forma cínica.
Pero también hay que decir que lo que menos le importaba a las cúpulas perredistas es que nunca fueron ellos quienes encabezarán el gobierno de la Capital de la República, porque iban por las riquezas de los encargos y los territorios. El propio grupo dominante de "Los Chuchos" no han querido o sabido señalar una ruta crítica que saque al perredismo de la trampa en que los metió el señor Andrés Manuel López Obrador, construyendo otro partido que les arrancaría la mayor parte de la militancia. Para decirlo de otra forma, la fuerza más representativa de la izquierda se partió y repartió en dos bandos que por ahora antagonizan, y por mucho que hablen de probidad son exactamente lo mismo y han hecho lo mismo para enriquecerse groseramente.
Si hacemos un recuento de la verdadera finalidad del tabasqueño, ha sido mostrarles a los perredistas que sigue sido dueño de los votos, de la conciencia de muchos mexicanos que nada tienen y que se aferran a esa llama de esperanza que les significa la movilización que tan bien sabe realizar. Los principales liderazgos del perredismo, por cierto muy históricos algunos, lo saben y lo han padecido en carne propia. Ya les arrancó la mitad de las estructuras, y seguirá hasta dejarlos chiquitos y sin posibilidades de operar de forma autónoma. López obrador no se siente dueño de las izquierdas, sabe que son suyas y que puede hacer lo que le venga en gana con ellas, y se los ha demostrado hasta la saciedad, aunque ahora lo llamen traidor.
A eso es a lo que le temen "Los Chuchos", y por ello prefirieron apartarse para conocer el grado de lealtad de las corrientes internas que todavía pululan en los pasillos de la lealtad. De ahí los llamados de Luis Miguel Barbosa a desaparecer las tribus para terminar con la división y caminar de forma decidida hacia la unidad. Desde luego que no se extinguirán porque ha sido la forma más efectiva de control hacia el interior del partido. El llamado a desaparecerlas no es otra cosa que sacarlas de ese letargo en que se han metido por la dinámica de haber conseguido la mayor parte de las veces lo que pretendían. Lo que sigue, aparte de renovar la esperanza, es mantener los equilibrios partidistas que tantos resultados han dado en el control de los grupos y los territorios. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.