Si algo ha caracterizado a los políticos de estos tiempos es que después de el alumbramiento de la era democrática, es decir cuando el PRI dejó de ser el partido hegemónico y conocimos la alternancia, o se olvidaron de la generación de consensos y se encerraron en el radicalismo, o dejaron de entender que la política es el arte de las relaciones humanas y por consecutiva debieran estar obligados a la búsqueda de fórmulas en las que pudiéramos incluirnos todos los mexicanos.
Parece simple, pero hasta ahora ha resultado bastante complicado por la mendicidad de quienes se dicen servidores públicos, y que más que servir a los ciudadanos terminan siendo servidores de los poderosos y de las mafias de la política. No sé si todos los mexicanos nos hayamos acostumbrado a esta circunstancia, pero más nos valiera que no.
Uno de los problemas más graves de este país es que hace mucho tiempo nos la hemos pasado debatiendo nuestro destino. Quizá esa sea la razón del porque no hemos alcanzado acuerdos en lo fundamental para decidir hacia dónde queremos caminar. Pero también hay que aceptar que esto ha sido así por causa de la incapacidad de nuestros líderes. No es fácil decidir el destino de un país donde la mitad de la población vive en situación de pobreza, y la quinta parte, para desgracia nuestra, en pobreza extrema. El problema es que llevamos doscientos años de vida independiente y las circunstancias de esa pobreza siguen siendo las mismas: exclusión, concentración, favoritismos, incapacidad gubernativa, complicidades, corrupción, influyentismo e impunidad.
Nos hemos pasado muchos años debatiendo nuestro destino y hasta ahora hemos sido incapaces de ponernos de acuerdo. Quizá la mejor etapa fue aquella del llamado "Estado de Bienestar", pero la llegada de la democracia y el surgimiento de diversas expresiones de la izquierda provocó que comenzáramos a caminar hacia un destino incierto en el que llevamos cerca de treinta años sin resultado alguno que refuerce la esperanza de las clases marginadas. Creo que quienes dirigen al país tienen que dejar el debate estéril, porque si bien enriquece nuestra democracia, solamente nos ha llevado a la profundización de nuestras divergencias. Un debate es la confrontación de posiciones acerca de los asuntos públicos, pero también es la defensa de las opiniones y de los intereses. Una cosa debemos tener en claro, esa ha sido la principal causa por la que no hemos logrado acuerdos en la construcción de un destino común.
La discusión es la examinación de un asunto o tema, proponiendo argumentos o razonamientos para explicarlo, solucionarlo, o llegar a negociaciones acerca de ello. Creo que ha llegado y la hora de que nuestros conspicuos dirigentes comiencen a pensar en dejar de lado ese debate estéril en que nos hemos enfrascado tantos años, y buscar los acuerdos esenciales a través de la discusión de lo que tiene que ser nuestro país. Creo que discutir para encontrar acuerdos antes que debatir, puede ser la solución a nuestras divergencias. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.