LOS ORÍGENES DEL MAL

sinpunto

Si de algo podemos tener certeza los mexicanos es que muchos de nuestros problemas nacen con la forma en que operamos diversas áreas de gobierno, y porque hemos dejado al libre arbitrio de los enemigos del Estado muchas cosas para que sean ellos quienes tomen decisiones. Las normales rurales del país han terminado por convertirse

en una cueva de delincuentes y no hemos hecho nada por revertír esta circunstancia. Los mal llamados autogobiernos no caminan en el mismo sentido que las necesidades didácticas de nuestros hijos. Este problema seguramente se convertirá en un asunto de seguridad nacional en el corto plazo. Si bien es cierto que mayor parte de ellas albergan a los jóvenes de las comunidades más pobres del país, y quienes merecen una oportunidad para salir de esa condición de pobreza en que vivieron y viven sus familiares, también lo es que han sido contaminadas desde los años sesenta con ideologías ajenas a lo que debiera ser una óptima formación magisterial.

Para colmo de males los duros procedimientos que imponen a los alumnos los llamados “autogobiernos” han propiciado una brutal especialización delincuencial en la que la concepción del bien y el mal en los alumnos ha perdido esa delgada línea que las separa. Las predicas reivindicatorias les han otorgado durante mucho tiempo patentes de corso para delinquir sin que los gobiernos se hayan preocupado y ocupado por intentar integrarlas en un proceso de normalidad y legalidad.

La desgracia ocurrida en Iguala con los normalistas de Ayotzinapa forma parte de esa malévola circunstancia que hemos mantenido durante tanto tiempo y que al cabo de los años implosionó causando graves daños en el sistema educativo del país, y en la mayor parte de las entidades donde aún funcionan las normales rurales más como escuelas de especialización delincuencial, que como entes de formación profesional. Pareciera que los problemas ocasionados por la beligerancia de los normalistas tiene un ritmo y obedecen a una estrategia muy precisa. Y esto quiere decir que existen elementos que se encargan de manipular la conciencia de los estudiantes. Darles de comer una vez al día para que entiendan la dureza de la vida es brutal, pero mandarlos a “botear” es el pretexto ideal para delinquir cuando la gente no les da dinero a causa de su propia miseria.

Así, los estudiantes normalistas rurales se acostumbran a delinquir amparados en ese halo de reivindicación social con que se han revestido muchas escuelas para justificar lo que mejor se aprende. Si a ello sumamos la orientación ideológica de la enseñanza, el cuadro se completa para la manipulación operativa y gremial. A esto le han apostado los dirigentes de la disidencia magisterial, porque muchos de sus adeptos provienen de esas escuelas. El origen ha sido la pobreza, pero también saben que la pobreza es el mejor conducto para seguir engrosando sus filas con elementos fuertemente ideologizados y especializados en  el combate a la legalidad. Esa ha sido su principal tarea: sembrar durante mucho tiempo en su conciencia de clase, el desprecio y el odio hacia ese sistema legalmente establecido al que dicen combatir. Pobre país. Al tiempo.

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