Sin lugar a dudas el señor Donald Trump seguirá dando de qué hablar a causa de sus excesos. Lo previsible es que el presidente de Estados Unidos, el hombre más poderoso del mundo, se dedique a analizar con un equipo de seguridad nacional los perfiles de quienes serán sus principales colaboradores, pero fiel a su costumbre, el
empresario sigue dando de qué hablar por su empecinamiento en hacer cosas fuera de los cánones que indican los manuales del comportamiento político.
Las ofertas que hasta ahora ha realizado hablan de que su equipo será de hombres poderosos en lo económico, y los hace de esta manera porque piensa que ellos lograrán trasladar su ejemplo y conocimiento a los norteamericanos para que sigan siendo la nación más rica del mundo. Mientras eso se logra, el señor Trump cree que habrá garantías para que también sigan siendo los más poderosos, sabedor de que la riqueza permite adquirir poder, y más cuando se trata de incrementar el poder bélico.
En México visualizamos al señor Donald Trump como lo peor que le pudo haber pasado a Estados Unidos y por consecuencia a México, sin detenernos a pensar que mucho nos parecemos los mexicanos con los estadounidenses porque mantenemos a una casta de gobernantes ricos que hacen complicidades con empresarios ricos como ocurre en Estados Unidos, con la única diferencia de que en el vecino del norte la riqueza se reparte con mayor eficiencia que en el nuestro.
En Estados Unidos los millonarios le dan vida a los procesos económicos y son los principales impulsores de la distribución de la riqueza mediante acelerados procesos de consumo. La diferencia con los millonarios mexicanos es que mientras su principal finalidad es acumular, los servicios que brindan resultan caros, inservibles y defectuosos.
Ni qué decir de los productos de consumo popular donde la especulación forma parte de los mecanismos de encarecimiento para que la utilidad sea más alta.
Para decirlo fuerte y claro, los controles de calidad en los productos de consumo popular en este país no existen, porque quienes deciden las particularidades de lo que nos venden son los empresarios mientras la actitud contemplativa de nuestros gobernantes se convierte en silenciosa impunidad. Así, el mercado mexicano de alimentos está lleno de basura y bazofia, porque hasta los embutidos que nos venden como jamón de pavo tiene todo tipo de componentes, menos pavo.
Quienes debieran protegernos no lo hacen porque son cómplices de esa casta que se enlista en el “Club de los millonarios”, y donde solamente tienen patente los hombres y mujeres del poder y los hombres y mujeres del dinero. Poderoso caballero es don dinero, y el dinero hace poderoso al caballero. Esa es la ecuación de las complicidades entre la riqueza y el poder.
En Estados Unidos los ricos producen riqueza, y los políticos respeto. En México los ricos producen pobreza, y los políticos también. Esa es la diferencia. Al tiempo.