Declaratoria de Emergencia

sinpunto

La tragedia que la Ciudad de México vivió el 19 de septiembre de 1985 se reeditó 32 años después, y curiosamente en la misma fecha. Quienes tuvimos el infortunio de vivir las dos fechas podemos considerarnos sobrevivientes por partida doble. Hace 32 años fui a la Cruz Roja, como seguramente todos los donadores de sangre que por costumbre lo hacíamos cada tres meses, como en ese entonces autorizaban los manuales de salud pública en el Distrito Federal.

Cuando llegué a la institución todo era un caos. De pronto comenzó a gritar un socorrista que ya no se requerían donadores, sino voluntarios. Me subí a una camioneta que nos trasladó a lo que fuera el Multifamiliar Juárez, en la colonia Roma. Estuve tres días apoyando en el rescate de personas y la recuperación de cuerpos de quienes fallecieron. Por desgracia fueron más los muertos que los que encontramos con vida.

Después me enteré que un primo permanecía desaparecido en el edificio en que vivía. Me alegré mucho cuando llegó una máquina para remover escombros, de esas llamadas “plumas”, por la utilidad del brazo para levantar elementos pesados. Cuando sacaron las máquinas con que fabricaban joyería de la parte alta del edificio, se fueron sin importarles los que permanecían enterrados. MexaMotors, la empresa en qué trabajaba Ignacio Zaragoza, mi primo, nos envió maquinaria cuando se enteraron de que permanecía sepultado.

Siete días después logramos encontrarlo junto a su esposa y su hija de tres años. Los lleve a incinerar a una funeraria en Tlalnepantla. Quienes vivimos esa experiencia siempre pensamos que no volvería a ocurrir una tragedia de tal magnitud. Treinta y dos años después, por desgracia ocurrió, aunque el tributo haya sido mínimo en comparación con los más de diez mil muertos de 1985. Ayer vivimos nuevamente el terror cuando a la tierra le da por rugir y se mueve para acomodar sus enormes placas tectónicas, como les denominan los científicos.

El pavor y el terror se volvieron a presentar. La diferencia es que ahora, a mis 62 años, quizá no hubiera sido tan útil para remover escombros, pero fui requerido para colocarme frente a las cámaras de EfektoTv y mantener informados a los mexicanos acerca de la evolución de los acontecimientos.

Treinta y dos años después ocurrió lo mismo. Miguel Ángel Mancera enviaba twits agradeciendo a los cuerpos de rescate del sismo de 1985, y sentenciaba que somos una ciudad resiliente y mejor preparada ante los sismos.

A la una de la tarde con catorce minutos la naturaleza nos puso otra vez a prueba. Sin lugar a dudas estamos mejor preparados, pero la prueba más palpable de solidaridad la volvió a dar la gente, que acudió de inmediato a socorrer a sus semejantes. Benditos sean quienes llegaron otra vez antes que las propias autoridades. Ahora me correspondió relatar los hechos de la nueva tragedia.

Como en 1985, treinta y dos años después volví a ser dolorosamente útil. Al tiempo.

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