Los deslices de Villoro

sinpunto

Sin lugar a dudas Juan Villoro es una de las grandes figuras que tiene las letras de este siglo, y lo mejor de ello es que es mexicano. También hace periodismo, y es bastante crítico, asertivo y analítico. Para decirlo mejor, forma parte de ese tesoro que este México tan nuestro no ha sabido aquilatar y que ha desperdiciado porque bien podría encabezar un esfuerzo entre los pensadores para otorgarle un rumbo ideológico distinto al país, y más acorde a los tiempos que vivimos.

Y eso quiere decir que las cosas no marchan bien porque seguimos metidos en un régimen heredero de una presunta revolución armada que nada tuvo de ideológica y si mucho de pragmática. El régimen de la Revolución Mexicana fue una serie de acontecimientos que marcaron los intereses de las diversas clases sociales.

Si algo tenemos que señalar a la distancia es que tuvo muchas aspiraciones que marcamos en un cuerpo legislativo que no ha terminado de germinar, a pesar de que han transcurrido 100 años.

Tuvo que ser una figura de la talla de Plutarco Elías Calles quien vendría a convertirse en líder en un momento de definiciones que le otorgaron rumbo y destino a un país que se compone de muchos países en un sólo territorio. Después vendría la etapa de la dispersión de programas y ocurrencias en el estilo de gobernar producto de ese amasijo de buenas intenciones, intereses, y de aspiraciones grupales y regionales que denominamos República.

Copiamos la milenaria forma de organización social y gubernativa a través de contrapesos que solamente funcionan de acuerdo a los intereses políticos de los grupos de poder, de presión y sociales, y que en los momentos de conflicto se concatenan para redireccionar el rumbo. Pero también hay que decir que las cosas  han funcionado porque así lo hemos decidido los mexicanos a través de la renovación constante de la representación popular.

Esos hombres y mujeres se forman en la doctrina del momento para intentar avanzar en la escala del éxito político. Dicen los que saben que el destino de un pueblo se construye con base en la ignorancia de su gente, y que para que sea un destino exitoso no hay otro camino que el de la sabiduría, el talento y la disposición.

Así las cosas, la honestidad no ha sido un valor del éxito político, económico y social de los pueblos, sino una condición de quienes tienen la responsabilidad de gobernar.  Juan Villoro señaló que no le gusta el PRI ni Morena. Y no es que sea adversario ideológico de ellos o tenga preferencia por las derechas, simplemente es que no hay mucho de donde escoger. El problema es que los intelectuales señalan la enfermedad, pero nunca hablan del remedio. Tendremos que ser los ciudadanos los que sigamos diseñando nuestro destino, y el bien o el mal que provoquemos será materia de discusión entre los intelectuales. Así se cierran los círculos del Dario de los Pueblos. Al tiempo.

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