Somos lo que somos

sinpunto

Sin lugar a dudas lo traemos en la sangre, y lo peor es que nunca hemos encontrado el maldito remedio que nos aleje de esa infame enfermedad social de la que nunca pudimos separarnos cuando inició el proceso que le dio raigambre y permanencia. Las crónicas históricas no hacen referencia a lo que pudo haber

ocurrido en la época precolombina, solamente se relatan los espacios de dominación y sojuzgamiento que realizaba el Imperio Azteca como la fuerza política, social, económica y armada del mundo antiguo en esta parte del continente.

Lo que sí sabemos con certeza era esa extraña vocación que tenían por la muerte, lo que no difiere mucho de otras culturas que también utilizaron la fuerza de las armas y la ferocidad de sus guerreros para sembrar el terror ente los adversarios. Los sacrificios humanos formaron parte de esa dominación y costumbre, al grado de “negociar” el establecimiento de Las Guerras Floridas como una forma de apresar elementos para utilizarlos en los acostumbrados sacrificios a los dioses.

Por eso siempre he sostenido que ese mal llego con los españoles. El acto de instauración del ayuntamiento de la Villa Rica de la Vera Cruz fue el primer acto de corrupción que se dio en el continente americano, y fue organizado por Hernán Cortés cuando sobornó a sus capitanes para caminar “tierra adentro” y explorar el “nuevo mundo” al que llegaron con esas ansias de conocer los confines de “La Mar Adentro”. Nunca supieron la magnitud de lo que conquistaron, pero nos saquearon durante cuatro siglos.

Así inició el periplo de “Tierra Adentro”, ese episodio que dio inicio a la etapa de explotación y esclavitud de los naturales de lo que ahora conocemos como el continente americano. Los naturales fueron ladinos porque buscaban engañar a los conquistadores como una forma de venganza, pero éstos fueron corruptos porque así se explica su historia de más de 400 años de saqueo, hurtos, asesinatos y esclavitud. Por desgracia ha sido un mal que nunca hemos podido desarraigar de nuestra forma de vida.

La vergüenza que siento como mexicano es que mi país tiene el índice de percepción de la corrupción más alto de Latinoamérica y el Caribe. Después de nosotros están República Dominicana y Perú, y en cuarto lugar se ubican Venezuela y Panamá. Esa ha sido nuestra desgracia y lo seguirá siendo porque nunca hemos iniciado en serio una embestida formal, frontal y legal para sacudirnos ese desprestigio que hemos llevado durante tanto tiempo. Bien decía José López Portillo: “la corrupción somos todos”.

En lo personal me siento avergonzado de tener gobiernos encabezados por funcionarios corruptos, empresarios corruptos, políticos corruptos, partidos corruptos, deportistas corruptos, periodistas corruptos, ingenieros corruptos, arquitectos corruptos, abogados corruptos, médicos corruptos, porque en este país, aunque nos duela decirlo, nos acostumbramos a ser corruptos. Y me incluyo porque desde el momento en que he tolerado esa corrupción en los demás, también me he vuelto corrupto. Si, definitivamente, la corrupción somos todos. Al tiempo.

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