Muchas cosas se han venido mencionando desde que terminó el primer debate presidencial la noche del domingo. Lo novedoso fue la agilidad que le otorgó ese nuevo formato en el que los moderadores y conductores interactuaron con cada uno de los contendientes, y el manejo de los tiempos de cada quien fue administrado de diferentes formas, lo que generó equidad a la vez que resaltaba habilidades o deficiencias en el
manejo del discurso de cada uno de los debatientes, provocando que fuera más fácil la exposición de las ideas.
Hasta ahora el gran perdedor pareciera ser Andrés Manuel López Obrador, a quien todos le cargaron la mano porque a decir verdad su fuerte no es la confrontación de ideas. Hasta ahora se ha especializado en los soliloquios que distribuye a su antojo en cada una de sus giras porque aprendió a decirle a sus seguidores lo que ellos quieren escuchar, y eso lo ha encerrado en una especialidad propia de los regímenes populistas del cono sur, circunstancia que también ha despertado animadversión en muchos sectores sociales y productivos.
Quienes piensan que el tabasqueño está prácticamente desahuciado después de perder rotundamente el primer debate, se pueden llevar una gran sorpresa porque si en algo se ha especializado es en la reinvención de su proyecto complementando su interactuación con los diversos públicos a través de exposiciones novedosas que le dan la vuelta al discurso de las viejas ideas que han sido sustento de su credo político. En lo personal no creo que el resultado del debate sea una derrota para el mesiánico líder, ni para su movimiento.
El tabasqueño es un viejo lobo de mar, y tiene una piel muy curtida por los golpes que ha recibido a lo largo de sus enfrentamientos con un sistema político que le ha venido como anillo al dedo, y le ha permitido mantenerse indefinidamente como un líder necesario para encabezar la oposición al Partido de Estado. Para decirlo de otra forma, desde la aparición del tabasqueño en el escenario político nacional, el primer efecto que provocó fue una desbandada de la militancia tricolor hacia la izquierda que encabezara en su momento Cuauhtémoc Cárdenas.
López Obrador ha sido el líder opositor que mayores embates ha recibido por parte del partido en el poder y la comparsa en que se convirtió el panismo durante muchos años, y ha tenido la capacidad no tan solo de resistir, sino de fortalecerse al grado de que fue capaz de conformar otro partido y hacerlo crecer con un simple discurso de confrontación al régimen caduco representado tanto por tricolores como por albiazules.
Esa es la mayor fortaleza del hombre de Macuspana, por eso no creo que este debate haya sido su tumba como muchos aseguran. Hasta ahora las mediciones después del debate señalan un tropiezo, pero no existe una disminución drástica en las bases que lo mantienen como el candidato con mayores probabilidades de alcanzar el triunfo y modificar la correlación de fuerzas políticas en el país. Si alcanza la Presidencia de la República, habrá una drástica reorganización del sistema político mexicano y un cambio de régimen que puede convertirse en un dolor de cabeza para los grandes capitales. Al tiempo.