Se hay alguien capaz de imponer la agenda de este país ha sido Andrés Manuel López Obrador. Y no es que el tabasqueño sea muy ducho en eso de fijar el rumbo
de las decisiones gubernamentales, simplemente es que hasta ahora ha dado muestras de la facilidad que tiene para identificar los temas centrales que desde hace tiempo debió abordar este país, convertirlos en parte de su credo y asumirlos como una necesidad en su programa de gobierno. Son muchos los rezagos que no hemos atendido, y ahora resultan un tesoro en la oferta política del señor López.
Un ejemplo de esa habilidad es la forma en que ha manejado el tema de la construcción del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México que se está realizando en Texcoco, y cuya amenaza de cancelar en el probable caso de que gane la elección propició incluso un encuentro con el sector empresarial porque hay mucho dinero privado que seguramente se perdería. Para decirlo de otra forma, el señor López ha venido instrumentando con el Gobierno Federal y los empresarios el juego del gato y el ratón.
Hasta ahora ninguno de los sectores productivos del país se ha salvado de sentir el peso de las palabras del señor López cuando de cancelar proyectos se trata, y el problema mayor es que hasta ahora ni siquiera ellos han sido capaces de estructurar una agenda que se quede en la memoria colectiva porque se han tenido que someter al fenómeno mediático en que se ha convertido, ya que es el que marca la agenda de la discusión todos los días y en todas partes.
No tan solo tiene más habilidades comunicativas que cualquiera de sus adversarios, también ha dado muestras de que su “cuarto de guerra” es factor de desequilibrio porque está más estructurado, y ha sido planeado y controlado por verdaderos profesionales de la ciencia política o por genios de la estrategia que quizá contrató en quién sabe dónde, pero que hasta ahora lo han convertido en el líder de la agenda mediática y política del país.
López Obrador manipula todos los días la forma en que se tiene que mantener el debate y la discusión, pero también impone una agenda de campaña que orienta hacia dónde mejor le conviene, sobre todo en el tema que mejor domina: la pobreza. La avalancha de promesas y propuestas de mejor vida y mejores condiciones de prosperidad para todos evitando corrupción y negocios gubernamentales, han sido una de las citas más creíbles por los altos índices de corrupción imperante en los tres órdenes de gobierno.
Controvertir las propuestas y el discurso del tabasqueño no ha sido suficiente, y pese a que sigue dando cátedra de propuestas que se antojan inalcanzables la gente las está creyendo porque lo que vislumbran es un poco de esperanza, pero también hay que decir que estamos frente a una serie de falacias construidas y orquestadas por un grupo de especialistas de la mentira, que han tenido la habilidad de transformarlas en irrefutables realidades semánticas. Así de simple el éxito del tabasqueño. Al tiempo.