Sin lugar a dudas, Andrés Manuel López Obrador ha sabido penetrar en todas las clases sociales del país, porque lo mismo encuentra adeptos entre las clases menesterosas que con aquellos que pertenecen a los sectores medios y altos.
Pero si algo le ha ayudado para alcanzar el lugar donde está, esos son los apoyos que entre los grupos empresariales han logrado Yeidkol Polevnsky y Alfonso Romo, quienes en todo momento, desde que se sumaron al proyecto, intentaron cambiar la percepción de la clase empresarial respecto del presunto radicalismo del que mucho se acusó al tabasqueño.
Y no es para menos después de tantos años de hablar mal de los pudientes o “pirrurris”, como les bautizo desde la llamada marcha blanca que marchó por el Paseo de la Reforma por el incremento de la violencia y los índices delincuenciales, además de una serie de secuestros que provocaron la muerte de la hija de Nelson Vargas, lo que motivó la protesta más numerosa de la historia de la Gran Ciudad con la asistencia de quinientos mil elementos que pedían protección y justicia. Lo único que recibieron por respuesta fue el epíteto de “Pirrurris”.
Ese exceso marcará para siempre a Andrés Manuel López Obrador, y en el caso de que alcance esta vez la Presidencia de la República, bien haría en moderar su vocabulario y evitar referirse a los demás con esa forma tan soez de tratar a los que no se pliegan a sus deseos, o no se suman a sus designios.
Por mucho que el Hombre de Macuspana se diga cercano a la gente, quizá más de la mitad de los habitantes de este país no comulgan con sus desplantes verbales, y más vale no desafiar al gigante.
Supongamos que, por un momento, el señor comete el error de despreciar a quienes integren la primera marcha de protesta, porque tengo la seguridad de que no pasará mucho tiempo antes de que surja la primera, y en lugar de llamarlos pirruris, como en el pasado, decida enviarles a su ejército popular; es decir, a esos tres millones de jóvenes que tendrán una beca para estar como aprendices en diversas empresas de la iniciativa privada, con la finalidad de infiltrarlos y confrontarlos, las consecuencias serían brutalmente graves, pero sin duda habría terror por causa de los excesos esperados.
Ese es el riesgo de conformar una fuerza de esa magnitud, y seguramente lo llevará a cabo, porque Paco Ignacio Taibo IIya lo dejó establecido como el arma más eficaz para lograr los cambios que se requieren para consolidar su proyecto. Lo hemos comentado, platicado, meditado, pero quizá nunca le dimos la importancia porque nadie ha intentado algo así, pero después de tantos años de lucha el tabasqueño dejará su marca personal para ganarse un lugar en la historia de este país.
Claro está que a muchos de nosotros nunca nos parecerá que exista un alejamiento de la ortodoxia a que nos hemos acostumbrado durante tantos años en el ejercicio político, pero como lo he señalado en diversas ocasiones, el cambio será radical y podemos tener la seguridad de que habrá muchos mártires de la resistencia, pero serán esfuerzos inútiles ante el avasallamiento de cientos de miles de adeptos, que estarán en las calles para satisfacer y agradar al supremo líder de las fuerzas de la renovación moral de la sociedad. Así de simple. Al tiempo.